La Red de la Vida

La Red de la Vida

15 de marzo de 2024

Siempre es un placer compartir eventos inspiradores que llegan a nuestra vida, especialmente cuando llegan espontáneamente y llenos de “educación y entretenimiento”—el propósito de todas las experiencias de nuestra vida, de acuerdo con Paramhansa Yogananda (pulsa aquí para ver el enlace en inglés).

Hace unos días un amigo compartió un artículo escrito por la conocida escritora Jean Houston (pulsa aquí para ver el enlace en inglés), en el que describe su encuentro “por casualidad” con un hombre mayor y cómo floreció en una profunda amistad. Sin saberlo ella en ese momento, él era el conocido filósofo Teilhard de Chardin (pulsa aquí para ver el enlace en inglés). Pero eso no viene al caso. El punto es que todos somos parte de la intrincada red de la vida y consciencia de Dios. Si tratamos a todos y a todo como un amigo, como una extensión de nuestro propio ser, la vida se vuelve mágica.

Aquí hay un fragmento de su artículo:

Cuando tenía alrededor de catorce años, se apoderaron de mí grandes olas de dolor por la separación de mis padres. Había leído en algún lado que correr ayuda a disipar la angustia, así que empecé a correr hacia la escuela todos los días por Park Avenue en la ciudad de Nueva York. Un día choqué con un hombre mayor más bien frágil de unos setenta años, y lo dejé sin aire. Se rio mientras lo ayudaba a levantarse y me preguntó con un acento francés, “¿Planeas correr así por el resto de tu vida?”

“Sí, señor” respondí. “Así parece.”

“Bueno, ¡Bon voyage!” dijo.

Nos encontramos nuevamente la semana siguiente, y a partir de ahí, durante más o menos un año, el señor mayor y yo nos encontrábamos y caminábamos juntos varias veces a la semana por Central Park. Las caminatas eran mágicas y llenas de encanto. Él no solo parecía no tener sentido del ridículo, sino que también estaba siempre maravillado y sorprendido por las cosas más simples.

Recuerdo una vez cuando de repente se puso de rodillas, con su gran nariz francesa rastrillando el suelo, y me exclamó, “Jeanne, Mira la oruga. ¡Ahhhh!” Me uní a él en el suelo para ver qué había evocado una reacción tan profunda que estaba atrapado por la esencia de la oruga. “Qué hermosa es,” comentó, “este pequeño ser verde con sus maravillosas y graciosas piecitos. ¡Precioso! Cuerpito peludo, piecitos verdes en camino a la metamorfosis.” Luego me observó con el mismo deleite. “Jeanne, ¿puedes sentir que eres una oruga?”

“Oh, sí,” respondí con el torvo conocimiento de una adolescente desgarbada y con la cara llena de granos.

“Entonces piensa en tu propia metamorfosis,” sugirió. “¿Qué serás cuando te conviertas en una mariposa, un papillon, eh? ¿Qué es la mariposa de Jeanne?”

O hubo una vez cuando nos inclinamos ante un fuerte viento que repentinamente azotó Central Park, y me dijo, “Jeanne, olfatea el viento.” Me uní a él tomando grandes inhalaciones de viento. “El mismo viento alguna vez pudo ser olfateado por Jesucristo (olfateo). Por Alejandro El Grande (olfateo). Huele el viento que una vez olfateó Juana de Arco. Llénate con los vientos de la historia.”

Todas las almas están interconectadas en una gran red de consciencia. Hace unos días intenté comenzar una conversación con una babosa que avanzaba lentamente por uno de nuestros escalones. A pesar de que parecía no impresionada con mi elocuencia y simplemente continuaba sin apuro hacia un arbusto, esa pequeña criatura ahora se ha convertido en parte de la red de mi consciencia y permanece en mi recuerdo. Como escribió Swami Kriyananda en una canción, “Todo el mundo es mi amigo cuando aprendo cómo compartir mi amor.”

Podemos elegir enfocarnos en las sombras de la vida, o podemos cultivar la amistad en todas partes. Comencemos de a poco deleitándonos en una oruga, olfateando los vientos de la historia, o hablando con una babosa. Entonces, un día, ¡nos daremos cuenta de que todo es la Madre Divina solo tratando de entretener y educar a cada uno de nosotros!

En amistad divina,

Nayaswami Jyotish

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