Linaje Espiritual

 

Jesús “el Cristo”

“Lo veo en mi mente tal como era realmente: el Cristo Oriental. Muchos pintores han querido asignarle ojos azules y cabellos claros, pero él era un oriental puro… por nacimiento, sangre y educación. Los Reyes Magos de Oriente, o de la India Oriental, le rindieron honores cuando nació, sabiendo que era uno de los más grandes portadores de la Verdad.

El gran Mensaje de Jesus el Cristo está vivo y se extiende tanto por el Este como por el Oeste. Occidente ha estado perfeccionando al hombre físico y Oriente ha estado desarrollando al hombre espiritual. Ambos, Este y Oeste, son unilaterales. Y no es difícil notar, quizá debido a un Plan secreto de Dios, que, puesto que Oriente necesita desarrollo material, ¡ha sido invadido por la civilización material del Oeste! ¡Y que, como Occidente necesita equilibrio espiritual, ¡ha sido invadido silenciosamente pero de forma clara, por la filosofía hindú!”. (Paramhansa Yogananda, El Cristo Oriental).

Jesús el Cristo, significa que el hombre Jesús, alcanzó la unión divina con consciencia de Dios, la consciencia Crística, y llegó a nosotros como Jesucristo.

La conciencia Crística es Universal, no pertenece a una religión específica. Santa Teresa de Ávila, San Juan de la Cruz, alcanzaron esa unión con la conciencia Crística. Así como Buda, Krishna, y otros muchos santos y sabios en todas las religiones.

 

Babaji Krisna (a la izquierda de Jesús)

“Los riscos septentrionales del Himalaya, cerca de Badrinarayan, son todavía bendecidos por la presencia viva de Babaji, gurú de Lahiri Mahasaya. El recluido maestro ha retenido su forma física durante siglos, quizá milenios… La misión de Babaji en la India ha consistido en ayudar a los profetas a desempeñar sus especiales designios. Esto le cualifica para ser clasificado en las escrituras como Mahavatar (Gran Avatar)…El Mahavatar está en constante comunión con Cristo; Juntos envían vibraciones redentoras y prepararon la técnica espiritual de salvación para esta era. El trabajo de estos dos maestros totalmente iluminados -uno con el cuerpo y el otro sin él- es inspirar a las naciones para que renuncien a las guerras suicidas, odios raciales, sectarismo religioso, y los males del materialismo, que como un bumerang, regresan a quien los lanza. Babaji conoce bien las tendencias de los tiempos modernos, especialmente la influencia y la complejidad de la civilización occidental, y se da cuenta de la necesidad de propagar las prácticas auto-liberadoras del yoga tanto en Oriente como en Occidente”. (Paramhansa Yogananda, Autobiografía de un Yogi, Edición Original, 1946)

 

Lahiri Mahasaya (a la izquierda de Babaji)

“Lahiri Mahasaya, el Maestro de mi Maestro, fue un profeta ideal y un hombre semejante a Cristo, aunque se casó y se ocupaba de las tareas de la vida cotidiana. Podemos imaginar a los santos en los bosques, pero cuando los encontramos en las selvas de la civilización, podemos esperar la salvación espiritual para el hombre del mundo. Fue Lahiri Mahasaya quien revivió el sistema del Yoga en la India, y él fue el precursor del Yoga en Bengala. Fue un profeta del mundo, pero no era de este mundo. Tenía poderes milagrosos. Sus enseñanzas del Yoga para la vida, concretamente ser calmadamente activo y activamente calmado, sirven para el hombre de negocios y también para quienes, en cualquier situación de la vida, están buscando la mayor realización espiritual…”. (Paramhansa Yogananda, East-West, 1928).

 

Swami Sri Yukteswar (a la derecha de Jesús)

“Tú, luz de mi vida, llegaste para derramar el brillo de la sabiduría en el camino de mi alma. Siglos de oscuridad se disolvieron ante los dardos de tu luminosa ayuda. Clamaba yo, como un niño caprichoso, por mi Madre Dvina, y llegó ella como mi Gurú, Swami Sri Yukteswar. En ese encuentro, Oh mi Gurú, una chispa surgió de ti, y las cenizas de mis ansias por Dios, acumuladas durante largas encarnaciones, comenzaron a arder y se inflamaron en dicha. Todas mis preguntas hallaron respuesta a través de tu llameante contacto dorado. Una eterna y siempre presente satisfacción llegó a mí a través de tu gloria… Nuestras almas se encontraron después de años de espera. Se estremecieron con una omnipresente emoción. Nos encontramos aquí porque nos habíamos conocido antes. Juntos volaremos a Sus riberas, y entonces haremos añicos nuestros planos de finitud para siempre y nos disolveremos en nuestra vida infinita. Me inclino ante ti como la sonora voz del Dios silencioso. Me inclino ante ti como la puerta divina que conduce al templo de la salvación…” (Paramhansa Yogananda, Susurros de la Eternidad, 1949).

 

Paramhansa Yogananda (a la derecha de Sri Yukteswar)

“Mukunda Lal Ghosh, más tarde conocido en el mundo como Paramhansa Yogananda, fue hijo de un ejecutivo del Bengal-Nagpur Railway; como tal, la prespectiva que tenía ante sí, al hacerse mayor, era de riqueza y una alta posición social. Pero no fue el mundo lo que le atrajo. Desde la más tierna infancia anheló intensamente a Dios, como otros anhelan el amor mundano o el reconocimiento del mundo. Poco después de graduarse en la escuela secundaria, Mukunda encontró a su gurú, el gran Swami Sri Yukteswar de Serampore, Bengala. A los pies de este gran maestro logró, en el espacio asombrosamente corto de seis meses, el elevado estado de Samadhi, o la unidad incondicional con Dios. Su gurú le mantuvo en el ashram otros nueve años y medio, mientras le preparaba para su misión de propagación del yoga en Occidente. ‘Occidente’, explicaba Sri Yukteswar, ‘posee altos logros materiales, pero carece de comprensión espiritual. Es la voluntad de Dios que desempeñes el papel de enseñar a la humanidad el valor de equilibrar lo material con una vida espiritual’”.  Swami Kriyananda, El Sendero

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