Mala Memoria

Mala Memoria

15 de julio de 2022

“¿Estás ahí, Dios? ¿Estás escuchando mis oraciones? ¿Sabes por lo que estoy pasando?

Creo que todos tenemos pensamientos como estos de vez en cuando—especialmente cuando enfrentamos desafíos en la vida. Para mantener nuestra fe fuerte, es importante recordar esos momentos—y todos los hemos tenido—en que nuestras oraciones de hecho han sido respondidas.

Recientemente una amiga me contó sobre un viaje que había realizado en el que se encontró con un obstáculo tras otro. El golpe final llegó cuando conducía hacia su casa sola de noche desde el aeropuerto y se dio cuenta de que tenía un neumático pinchado. Sin saber qué hacer, estaba a punto de entrar en pánico cuando un amigo pasó “casualmente.” Él detuvo su auto y la ayudó a cambiar el neumático; pronto ella estaba en camino a casa.

Su historia me recordó un incidente de mi propia vida que ocurrió hace unos quince años—uno que había olvidado. Una amiga mía había sido diagnosticada con un cáncer generalizado. Para frenar el avance de la enfermedad, comenzó a recibir quimioterapia por vía intravenosa. Un grupo de sus amigas se turnaban para llevarla a las sesiones de quimioterapia, y se sentaban con ella durante todo el día hasta que terminaba.

Marilyn (así se llamaba) era una alma tranquila y gentil que era una devota seguidora de Yoganandaji (pulsa aquí para ver el enlace en inglés). Ella nunca se quejó de su diagnóstico, de los tratamientos, de los cambios que produjeron en su cuerpo, ni del trastorno que la enfermedad causó en su vida. Falleció en paz aproximadamente un año después de que ocurriera esta historia.

En ese día en particular, Marilyn había finalizado su última sesión de quimioterapia, y yo la estaba llevando de regreso a  Ananda Village (pulsa aquí para ver el enlace en inglés). Era última hora de la tarde; agotada por el tratamiento, Marilyn se reclinó en el asiento de acompañante y se quedó dormida.

Estábamos a unos cuantos kilómetros de Ananda por un camino rural, cuando de repente escuché el temido “pum, pum, pum,” y supe que teníamos un neumático pinchado. Me detuve a un lado de la carretera, y sin saber cómo cambiar una rueda ni viendo a nadie alrededor, ofrecí una oración desesperada por ayuda.

Justo en ese momento, una camioneta vieja y destartalada se detuvo frente a nosotros. Dos personajes con aspecto de mala reputación, con el cabello largo y grasiento y la ropa sucia se acercaron al coche. Como no sabía que esperar, bajé un poco la ventanilla con cautela. Para mi gran alivio uno de ellos dijo, “Señoras, parece que a ustedes les vendría bien un poco de ayuda.”

En poco tiempo, cambiaron el neumático y se pusieron en camino. Yo estaba sentada en un silencio atónito, cuando Marilyn abrió sus ojos y preguntó en voz baja, “¿Qué sucedió?”

“Creo que Dios acaba de escuchar mi oración,” fue mi tranquila respuesta.

(De izquierda a derecha) Jitendra Mazumdar, compañero en la “prueba sin dinero” en Brindaban; Lalita-da, primo del Maestro; Swami Kebalananda, santo tutor de sánscrito del Maestro; y el Maestro, como un joven de secundaria.

Uno de los capítulos más bellos y poderosos de Autobiografía de un Yogui es “Dos Muchachos Sin Dinero en Brindaban,” en el cual Ananta, el hermano mayor de Yoganandaji, lo desafía a poner a prueba su fe en Dios. Ananta propone que el joven Yoganandaji viaje a la ciudad cercana de Agra con un amigo, Jitendra, pero sin dinero ni boleto de regreso.

Para completar la prueba, no deben mendigar, ni revelar su situación a nadie, ni saltarse ninguna comida. Además, los niños deben ver los lugares de interés de Agra y regresar a casa en tren antes de la medianoche.

Tal vez sintiendo algún remordimiento por enviar a dos niños pequeños en semejante viaje, el escéptico Ananta agregó: “Si por casualidad o por gracia pasas con éxito la prueba de Brindaban, te pediré que me inicies como tu discípulo.”

Tal vez ya estés familiarizado con el resto de la historia. Mientras todavía estaban en el tren hacia Brindaban, dos extraños se les acercaron y los invitaron a almorzar a su ashram. La comida resultó ser un suntuoso banquete preparado para dos príncipes, patrocinadores del ashram, que a último momento no pudieron asistir.

Cuando salían del ashram, repletos de su elaborado banquete, Jitendra se quejó, “¡En qué lío me has metido! ¡Nuestro almuerzo fue solo buena suerte accidental! ¿Cómo podremos ver los lugares de interés de la ciudad, sin una sola moneda entre los dos? ¿Y cómo diablos vas a llevarme de vuelta a la casa de Ananta?”

La respuesta de Yogananda fue una que todos debemos recordar: “Olvidas a Dios rápidamente, ahora que tienes el estómago lleno.” Su relato continúa, “Mis palabras, no amargas, fueron acusatorias.  ¡Qué mala memoria tienen los humanos para los favores divinos! Ningún hombre vive que no haya visto concedida alguna de sus oraciones.” (Si no has leído la de Autobiografía, te dejaré descubrir por ti mismo cómo termina la historia.)

De hecho, qué mala es nuestra memoria para las gracias que hemos recibido. Mientras terminas de leer estas palabras, te sugiero que te tomes un momento para recordar una instancia en tu propia vida de una oración respondida (pulsa aquí para ver el enlace en inglés), o un sentimiento de la certeza del amor de Dios por ti.

Los grandes santos nos dicen que las bendiciones, guía, y protección de Dios siempre están con nosotros. Somos nosotros quienes las olvidamos con demasiada frecuencia.

Buscando siempre recordar,

Nayaswami Devi

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