Cómo ser feliz en todo momento

por Paramhansa Yogananda

Buscar la felicidad fuera de nosotros es como intentar echar el lazo a una nube. La felicidad no es una cosa: es un estado de ánimo. Hay que vivirla. Ni el poder mundano ni los planes para ganar dinero pueden alcanzar la felicidad.

La inquietud mental es el resultado de un enfoque exterior de la consciencia. La inquietud en sí misma garantiza que la felicidad seguirá siendo esquiva. Cuanto más dispersamos nuestras energías, menos poder nos queda para dirigirlas hacia una empresa específica. Los hábitos de la preocupación y el nerviosismo surgen de las profundidades del océano en el subconsciente, lanzan tentáculos alrededor de nuestra mente y aplastan hasta la muerte todo lo que una vez conocimos de la paz interior.

La felicidad es una elección

Las personas de carácter fuerte suelen ser las más felices. No culpan a los demás de los problemas que pueden atribuirse a sus propias acciones y a su falta de comprensión. Saben que nadie tiene el poder de aumentar o disminuir su felicidad, a menos que ellos mismos permitan que los pensamientos adversos o las acciones malvadas de los demás les afecten.

Una firme determinación de ser feliz te ayudará. No esperes a que tu situación cambie, pensando que ahí radica el problema. Intenta ser feliz en cualquier circunstancia.

La felicidad depende en cierta medida de las condiciones externas, pero principalmente de las condiciones de la mente interior. Sin felicidad interior, uno puede ser prisionero de preocupaciones en un rico castillo. La felicidad viene de luchar contra las dificultades de la vida con una actitud adquirida de inquebrantable felicidad interior.

El hábito de conservar una actitud de felicidad interior debería haberse iniciado cuando eras muy joven, pero no es demasiado tarde para empezar ahora. De hoy en adelante, decídete a que cuando te encuentres con tus parientes difíciles, cuando entres en contacto con tu jefe autoritario, y cuando experimentes las pruebas de la vida, tratarás de conservar tu calma y felicidad internas.

Mantente siempre ecuánime y alegre
La condición más importante para la felicidad duradera es la ecuanimidad. Permanece siempre tranquilamente centrado en el Ser, en tu interior. Como el castillo de arena de un niño se desintegra ante las olas invasoras, así una mente inquieta, carente de fuerza de voluntad y perseverancia, sucumbe a los golpes que recibe de las olas de las circunstancias cambiantes.

Un diamante, sin embargo, conserva su fuerza y claridad por muchas olas que se abatan sobre él. Del mismo modo, el hombre de paz interior, cuya consciencia se ha vuelto cristalina gracias a la calma interior, conserva su ecuanimidad incluso a través de las tormentas de las grandes pruebas.

Una buena regla para vivir, y que te llevará a navegar a través de muchas pruebas en la vida es, en todas las circunstancias, permanecer ecuánime y alegre. Dite a ti mismo simplemente: “Lo que venga por sí mismo, que venga”.

El trabajo y la lucha son las normas de la vida en la tierra. Son bendiciones, no desgracias, porque nos proporcionan un campo de pruebas para nuestro propio desarrollo interior.

A medida que afinamos nuestra paz mental -su metal puro forjado en la meditación- sobre la superficie abrasiva de las dificultades externas, desarrollamos la clara discriminación con la que cortar hasta el corazón de la ilusión. Finalmente llegamos a ese estado bendito en el que el brillo mismo de nuestra paz nos protege durante todas nuestras actividades.

¿Por qué mofarse del mundo?
Las peores plagas que atacan nuestra planta de la felicidad son: la falta del deseo de progresar, la autosatisfacción y el escepticismo. El escalofrío de la inercia o falta de esfuerzo definido y constante por conocer la Verdad es el mayor de los males.

Sólo se requiere una sabiduría superficial para desilusionarse de la vida. Los metafísicos, cansados del mundo, se enorgullecen de su “distanciamiento de todo” y levantan la nariz ante la mera mención de algo bello. Es cierto que la vida está plagada de incoherencias. Las realizaciones terrenales son, de hecho, de corta duración. El reconocimiento de estas realidades no es, en sí mismo, una prueba de profundidad. Nada de valor se consigue sólo con negatividad.

La sabiduría debe abordarse con una perspectiva positiva. ¿Por qué burlarse del mundo? El hastío del mundo es inadecuado como cura para los sufrimientos de la vida, pues fomenta una actitud de indiferencia, progenitora de la pereza espiritual.

El orgullo y la lujuria causan infelicidad
El mal es la ausencia de verdadera alegría. Eso es lo que lo hace malo. Si no, ¿se puede decir que un tigre comete el mal al matar a su presa? Matar es la naturaleza del tigre, que le ha sido dada por Dios.

El mal aparece cuando uno tiene la posibilidad de alcanzar la alegría interior. Todo lo que nos separa de ese estado divino es malo para nosotros, porque aleja nuestra consciencia de lo que realmente queremos en la vida.

De ahí los mandamientos de las Escrituras contra la lujuria, por ejemplo, y el orgullo. Los mandamientos son para el bienestar del hombre, ¡no para la gratificación del Señor! Son advertencias para los incautos de que, aunque ciertas actitudes y acciones puedan parecer satisfactorias al principio, el final del camino para quien las persigue no es la felicidad, sino el dolor.

Gastar en exceso lleva a la preocupación constante
La mayoría de la gente gasta más de lo que gana, pero gastar más de lo que se gana conduce a una preocupación mental constante. El dinero extra se adquiere pidiendo prestado, o comprando con la promesa de pagar en el futuro.

Piensa un momento: Si enfermaras repentinamente, ¿cómo seguirías adelante sin los ingresos habituales, si no tienes ahorros guardados? Junto con el arte de ganar dinero, conviene aprender el arte de ahorrarlo.

La clave está en la sencillez. La sencillez no es la miseria absoluta. Vivir con sencillez es seguir un camino de moderación. En una vida de equilibrio entre extremos reside la felicidad interior.

Aceptar el cambio como la única constante de la vida
A menudo se afronta el cambio con aprensión. Al renunciar a algo, la gente piensa: “¿Me quedaré sin nada?”. Hace falta valor para renunciar a un dolor conocido a cambio de una felicidad desconocida y, por tanto, incierta.

Mientras a las esperanzas de cosas mejores se oponga el miedo a conseguirlas, la mente nunca podrá estar en paz. Acepta, pues, el cambio como la única constante de la vida.

Nuestras vidas son una procesión interminable de ganancias y pérdidas, de alegrías y penas, de esperanzas y decepciones. En un momento nos vemos amenazados por las tormentas de las pruebas; instantes después, un resquicio de esperanza ilumina las nubes grises; entonces, de repente, el cielo vuelve a ser azul.

No te obsesiones con las decepciones de la vida ni te deleites con sus fugaces victorias. Mira la belleza inmutable de Dios como el corazón de todo cambio.

La causa de todo sufrimiento
Vives directamente por el poder de Dios. Supongamos que Dios cambiara de repente el clima de este país. ¿Dónde estaría la comida? ¿Cómo vivirías? ¿Por qué no recuerdas que Dios es el único sostén de la vida que te dio?

Aunque Él hizo que esa vida dependiera de los alimentos, Él es la causa de todo. Cuando pierdes tu conexión con Dios estás destinado a sufrir.

La ley de la vida es ésta: Cuanto menos se vive en armonía con la verdad interior, más se sufre; pero cuanto más se vive en armonía con esa verdad, más se experimenta una felicidad sin fin.

Entonces nada puede tocarle, aunque su cuerpo se consuma por la enfermedad y la gente le ridiculice y persiga. A través de todos los caprichos de la vida, permanece siempre felizmente centrado en el Ser que mora en él.

Millones de alegrías terrenales aplastadas en una sola

El propósito de la vida humana es encontrar a Dios. Esa es la única razón de nuestra existencia. El trabajo, los amigos, los intereses materiales… estas cosas en sí mismas no significan nada. Nunca podrán proporcionarte la verdadera felicidad, por la sencilla razón de que ninguna de ellas, en sí misma, es completa.

Sólo Dios lo abarca todo. La alegría divina es como millones de alegrías terrenales aplastadas en una. La alegría divina es la Realidad ardiente. Ante ella, las alegrías terrenales no son más que sombras.

La búsqueda de la felicidad humana es como buscar una vela sentados al sol. La alegría divina nos rodea eternamente, y sin embargo la gente busca su felicidad en meras cosas.

“Él siempre está conmigo”
Los yoguis han aprendido que a Dios nunca se le puede encontrar fuera. Pero cuando profundizas en tu alma, en el templo de Dios, entonces puedes decir: “Nadie en todo el mundo se preocupa por mi salud, prosperidad y felicidad como mi Padre. Él está siempre conmigo”.

Extraído de Cómo ser feliz todo el tiempo, de Paramhansa Yogananda. Disponible en formato digital en Ananda Ediciones.  Pulsa aquí para comprarlo

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