No Veas el Mal

No Veas el Mal

10 de junio de 2022

No veas el mal, no escuches el mal, no hables mal. La mayoría de nosotros hemos visto la imagen de los tres monos, uno cubriendo sus ojos, el siguiente tapando sus oídos, y el tercero con sus manos sobre su boca. Esta antigua enseñanza sugiere una sabiduría que realmente puede mejorar nuestra vida si la ponemos en práctica.

Paramhansa Yogananda (pulsa aquí para ver el enlace en inglés) guiaba las almas de sus discípulos en un plano sutil. Swami Kriyananda (pulsa aquí para ver el enlace en inglés), en su libro, Conversaciones con Yogananda (pulsa aquí para ver el enlace en inglés), lo cita diciendo, “Reviso sus almas todos los días. Sin embargo, rara vez digo lo que veo, porque esas cosas son sagradas.” Kriyananda continua, “El Maestro trabajaba especialmente elevando nuestra consciencia desde adentro, si éramos receptivos a sus vibraciones, ayudándonos a cambiar la dirección de nuestros pensamientos y sentimientos. Como alguien lo escuchó decir una vez, ‘Si me dejas afuera, ¿cómo puedo entrar?’”

“Fénix,” por Kalamali Joy.

Me gusta pensar que él está haciendo lo mismo hoy por aquellos de nosotros que nos hemos abierto a él.

Aquí hay otra bella historia de otro ejemplo de cómo ayudar a alguien a cambiar:

Una tarde soleada, un hombre estaba paseando por un parque, cuando vio a un anciano sentado en un banco disfrutando de una taza de té. Tentativamente, preguntó, “Dr. Allen, ¿es usted?”

“Sí,” respondió el señor mayor, “¿y tú quién eres?”

“Era alumno en tu clase de ciencias, y un día hiciste algo que cambió mi vida por completo. Debes recordarme, aunque fue hace muchos años.”

“Lo siento, no recuerdo tu rostro. ¿Puedes refrescarme la memoria?”

“Yo era joven, pobre y tonto. Un día, mientras estaba en clase, robé el reloj de mi amigo. Cuando él se dio cuenta de que faltaba, acudió a ti en busca de ayuda. Anunciaste que nadie podía dejar el aula hasta que se encontrara el reloj. Luego pediste a todos los alumnos que se pongan de pie y cierren los ojos, mientras buscabas en sus bolsillos. Después de un tiempo, anunciaste que el reloj fue encontrado, y que todos podían irse. Lo que me inspiró es que me dejaste ir sin decir nada. A partir de ese momento, hice un voto de vivir una buena vida. Ahora, gracias a ti, yo también soy un maestro.”

El anciano sonrió dulcemente y dijo, “Oh, recuerdo el incidente muy claramente, pero no te recuerdo como el culpable.”

“¿Cómo es posible?” preguntó el hombre más joven.

“Bueno, verás, mientras buscaba el reloj, yo también mantuve mis ojos cerrados.”

Todos los padres conocen el valor de ignorar ocasionalmente los errores—haciendo la vista gorda—cuando sus hijos cometen algún error menor de juicio. Si los padres humanos usan esta estrategia, ¿no crees que nuestros padres espirituales, nuestro Padre Celestial y Madre Divina, también lo hacen? ¿Y no deberíamos nosotros también, entonces, hacer lo mismo?

No es que debiésemos estar ignorando, o en estado de negación de los errores que vemos a nuestro alrededor. De hecho, deberíamos tratar activamente de corregirlos. Pero, mientras lo hacemos, seamos como el maestro sabio. Ayudemos a la situación sin degradar a la persona. Las personas se fortalecen cuando reciben apoyo, no cuando son condenadas o castigadas.

Para los devotos, debería haber una segunda imagen de esos tres monos, una con los ojos, oídos y boca abiertos. Y al pie de la imagen debe decir, “Ve solo la bondad, escucha solo dulzura, y habla solo con amabilidad.”

Con bondad, dulzura y amabilidad,

Nayaswami Jyotish

 

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