Tres Regalos Inesperados

Tres Regalos Inesperados

 27 de agosto de 2021

A veces los mejores regalos vienen en paquetes inesperados. Tal vez esta es la forma de Dios de alentarnos a ver el tesoro que se esconde detrás de los desafíos de la vida. Aquí hay tres de esos regalos de que a primera vista parecen venir en envoltorios muy extraños: soledad, silencio, y hambre espiritual.

Primero, el Regalo de la Soledad. La mayor parte de la gente se encuentra incómoda o aburrida a menos que haya otras personas cerca. Sin embargo, si vemos pacientemente a través del aparente asilamiento de la soledad, es posible que encontremos una recompensa oculta sorprendente.

Hay una historia de un gurú que hizo un pedido inusual a tres de sus discípulos. “Voy a darle una banana a cada uno,” dijo, “pero no la coman hasta que estén absolutamente seguros de que nadie los esté mirando y que estén solos. Regresen cuando hayan completado esta tarea, y cuéntenme qué sucedió.”

Ansiosos por complacer a su gurú, los tres se dirigieron rápidamente a cumplir con su pedido. El primero regresó poco después y reportó, “Corrí a mi casa, entre en mi cuarto, y cerré la puerta. Seguro de que nadie me estaba viendo, comí mi banana, y aquí estoy.” El gurú lo palmeó en la cabeza, y dijo, “Muy bien. Ahora esperemos a los demás.”

El siguiente regresó después de una hora. “Maestro,” dijo con entusiasmo, “sabiendo que en mi casa y en los negocios siempre hay gente, me dirigí hacia las afueras del pueblo cerca de la selva. Aquí estaba seguro de que estaba solo, y comí mi banana.”

El gurú nuevamente palmeó a este discípulo en la cabeza, y dijo, “Muy bien. Esperemos que regrese el ultimo.”

Esperaron y esperaron, hasta que el día comenzó a oscurecer, y la oscuridad se hizo noche. Finalmente, mientras los primeros rayos del alba comenzaban a asomarse en el cielo, apareció la tercera discípula, se veía muy cansada y abatida, y todavía sosteniendo su banana.

“Lo siento, Maestro,” dijo. “Te he fallado. Caminé y caminé hasta que me encontré en la selva. Pero a todos lados donde iba, sentía que nunca estaba sola.  Fui más y más profundo, pero siempre sentía que alguien me estaba mirando. Como que siempre sentía una presencia cerca de mí, no pude comer la banana.” Se arrojó a los pies del gurú y comenzó a llorar.

Levantándola, él dijo con mucha ternura, “Hija mía, eres la única que ha pasado mi prueba. Has descubierto que nunca estamos solos. La Presencia invisible que sentiste era Dios, que siempre está con cada uno de nosotros.”

A continuación, el Regalo del Silencio. ¡Qué raro es el silencio real en el mundo! Las ondas sonoras de nuestro planeta están llenas de ruido, porque la gente parece necesitar de esta distracción. Una vez tuvimos la gran bendición de escuchar una charla dada por Richard Wurmbrand, un sacerdote luterano que fue encarcelado y torturado por el régimen comunista por predicar en su Rumania natal. Contó que fue mantenido en confinamiento solitario durante años en una celda subterránea completamente desprovista de luz y sonido. La comida se la deslizaban por debajo de la puerta una vez al día.

Mientras contaba el trato inhumano al que fue sometido, su rostro se volvió más y más luminoso, hasta tornarse radiante, casi traslúcido. Con una sonrisa interior en sus labios y una mirada distante en sus ojos, dijo, “En esa oscuridad y silencio absolutos, está el sonido más hermoso.”

El regalo que se le había obsequiado en esa celda silenciosa de la prisión fue el sonido de AUM, la vibración divina de la que está hecha toda la creación. En la terminología cristiana, es llamada el Espíritu Santo, o el “Gran Consolador,” porque trae consigo la seguridad de que todos somos uno con el Espíritu de Dios.

“Mountain Glenn,” por Nayaswami Jyotish.

Finalmente, el Regalo del Hambre Espiritual. Una vez un condiscípulo de Swami Kriyananda se estaba lamentando del hecho de que no parecía estar haciendo ningún progreso espiritual. Le dijo a su gurú, Paramhansa Yogananda, “Señor, no creo tener muy buen karma.”

“Recuerda esto,” respondió el Maestro con profunda seriedad, “¡se necesita muy, muy, MUY buen karma para siquiera querer conocer a Dios!”

El hambre spiritual, el amor aparentemente no correspondido por lo Divino, es el regalo más grande de todos. Es un tesoro plantado en nuestros corazones por Dios Mismo para atraernos a Él. Sí, ese amor parece no correspondido, pero somos nosotros, no Dios, los que lo estamos reteniendo. Con cada punzada de anhelo devocional, con cada sentimiento de desánimo por tu progreso, siente que la voz silenciosa y omnipresente de Dios te está llamando de regreso a tu hogar en Él.

Este tesoro oculto de regalos divinos es nuestro para que lo encontremos, si abrimos nuestros corazones y mentes a las realidades ocultas que están brillando en nuestro interior, a nuestro alrededor, y en todas partes.

En amistad divina,

Nayaswami Devi

Comentarios cerrados.