La Venida del Cristo

18 de Diciembre, 2014

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Los Judios, como otras personas de la época, tenían una mezcla de rasgos buenos y malos. Pero todos los que habitaban en aquella tierra santa compartían el deseo de ser libres. Para algunos, eso significaba la libertad de la opresión de Roma, con sus soldados y recaudadores de impuestos. Para otros, significaba la libertad de la pobreza y el trabajo duro. Pero unos pocos anhelaban la liberación espiritual y la libertad de la ilusión, la más grande de todos los opresores.

De aquellos que estaban sedientos nació una llamada del alma, y Dios respondió. La conciencia de Cristo descendió a la tierra como un avatar, un alma libre que lleva el conocimiento de la presencia de Dios a cada corazón y a cada átomo. El amor de Dios, condensado en la forma del niño Jesús, vino a todos aquellos que estaban dispuestos a recibirlo.

El primero en recibirlo fue María, pura de corazón y cuerpo, que aceptó la invitación del ángel de Dios para ser la madre de un Cristo. Mucha alegría y mucho sufrimiento le esperaban. También, el pequeño Juan el Bautista, quien aún no habiendo nacido, saltó en el vientre de su madre al sentir la proximidad de su maestro espiritual. Después vendrían los discípulos, exteriormente simples, pero grandes santos todos, en la cúspide de la unión con la Luz. Muchos otros, también sostendrían en alto sus tazas de anhelo espiritual, y el Cristo llenaría a cada cual según su capacidad.

Jesús eligió como su lugar de nacimiento, no una posada de lujo o una mansión de orgullo, sino un humilde establo: Su reino se encontraba en el corazón y la mente, no en una cartera o un palacio. A este simple cobertizo llegaron tres grandes almas de la India. Sabiendo que una encarnación de la compasión había nacido, viajaron desde el Oriente, desde donde llega la luz del día, para rendir homenaje y renovar una antigua conexión. Estos hombres sabios, que Yogananda nos dice eran Babaji, Lahiri Mahasaya y Sri Yukteswar, siguieron la estrella interior de la sabiduría e intuición conocida como el ojo espiritual. Y entregaron a Dios, en la pequeña forma de Jesús, regalos simbólicos: oro, incienso y mirra. Más tarde, el joven avatar volvería a ellos, visitando la tierra de la India en preparación para su misión de cambiar el mundo.

Esta misma consciencia Crística espera el momento en que tu y yo anhelemos recibirlo. Cuando el deseo por los placeres y dramas del mundo se desvanezca, y el anhelo de la luz divina reine, Él vendrá. Las pocas sombras restantes desaparecerán y nosotros también viviremos en la eterna libertad de Dios.

En el amor de Cristo,
Nayaswami Jyotish

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