EL POZO, LA CUBETA, Y LA SOGA

27 de Septiembre de 2018

Ella era una señora de la limpieza pobre, que trabajaba en un hospital en Chennai, India, donde también trabaja una amiga nuestra como doctora. Había algo en ella que despertó compasión en el corazón de nuestra amiga, y el deseo de ayudarla. Tal vez se debía  a que la mujer parecía tan sola en el mundo y tenía que criar un niño pequeño; cualesquiera fuesen las razones, nuestra amiga sentía fuertemente que debía ayudarla.

Por eso, a menudo llevaba ropa o comida extra al hospital para la mujer, y trataba de ofrecerle asistencia en cualquier forma que pudiese. De vez en cuando, nuestra amiga también la invitaba a su casa a tomar té, pero, probablemente debido a la distancia social que había entre ellas, la mujer siempre la rechazaba humildemente.

Pasaron cinco años así, hasta que la mujer finalmente aceptó la invitación de unirse a nuestros amigos—el doctor y su esposa—para tomar el té. Cuando entró en la casa de ellos, ella vio una foto grande de Paramhansa Yogananda, que colgaba en su living, y comenzó a llorar.

“¿Sabes quién es?” le preguntaron dulcemente. Asintiendo silenciosamente con la cabeza, finalmente respondió, “Hace cinco años mi esposo murió. El día antes de morir, me entregó una copia de Autobiografía de un Yogui, y dijo, ‘Ahora él te cuidará.’ No he leído el libro, pero lo he conservado conmigo.”

Y así fue que Yoganandaji la cuidó mediante la intervención de nuestros amigos. Sin saberlo, ellos habían sido instrumentos de su gracia, la cual la ayudó y apoyó. ¿Qué llevó a tal gracia divina a la vida de esta pobre mujer? Tal vez fueron sus oraciones profundas y sinceras a Dios que la atrajeron, y luego se manifestaron en el deseo de nuestra amiga por ayudarla.

Paramhansa Yogananda y Anandamayi Ma.

Recientemente leí un hermoso dicho de la gran santa Anandamayi Ma (pulse aquí para ver el enlace en inglés), acerca de qué es lo que atrae la gracia a nuestras vidas. Ella dijo que la gente se equivoca cuando piensa que la gracia es algo que ocurre solo ocasional o aleatoriamente. Como el niño que se olvida de su madre mientras está absorto jugando, nosotros, también, en nuestro ensimismamiento con este mundo, olvidamos que la Madre Divina está siempre pendiente de nuestras necesidades y las atiende cuando es el momento correcto.

Pero cuando podemos vivir en el constante recuerdo de Dios, nos volvemos más intensamente conscientes del flujo constante de la gracia divina. Ma usó la analogía de un pozo, una cubeta, y una soga. El agua en el pozo es como las bendiciones de Dios, que están siempre disponibles libremente. La cubeta puede transportar estas bendiciones, pero es la soga de nuestro recuerdo constante la que las trae a nosotros.

Afortunadamente para nosotros, la gracia de Dios puede venir a nosotros incluso cuando nos olvidamos de Él. Pero es mucho más dulce e intenso cuando recordamos la fuente. Como la mujer pobre que se aferró a Yogananda para que la proteja, que podamos atraer hacia nosotros la cubeta rebosante de la gracia divina, usando la soga que hemos tejido con nuestro pensamiento constante en Dios.

Con amor y gozo,

Nayaswami Devi

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