Santos Entre Nosotros

24 de Mayo de 2019

Su nombre era Ofelia. Nació en México y creció allí en un orfanato. A los veinte años se mudó a California, donde se casó y crió doce hijos. Ella y su familia vivían en el distrito hispano de Sacramento y aunque su casa era pequeña, las puertas de su casa, y su corazón, estaban siempre abiertas para cualquier necesitado.
Además de sus propios hijos, Ofelia ayudó a criar a cientos de niños—amándolos, enseñándoles y cuidándolos. Ayudaba a los recién llegados desde México, a encontrar empleo y a establecerse en su comunidad.

Como devota Católica toda su vida, pasó muchas tardes en su iglesia preparando a los recién llegados para la catequesis. Todos sabían que podían encontrar cualquier tipo de ayuda que necesitasen de Ofelia: alimento, amistad, confort, guía, inspiración…

La conocí porque una de sus hijas, Irene, se convirtió en discípula de Paramhansa Yogananda y se mudó a Ananda Village, en California. Varias veces me dijo, “Alguna vez deberías venir a conocer a mi madre.” Así que un día, Irene nos llevó, a mí y algunos de mis amigos, hasta Sacramento para conocer a Ofelia. No podía imaginarme lo que me esperaba.

Una mujer bajita nos recibió en la puerta. Tenia cabello blanco plateado, piel aceitunada suave, una sonrisa radiante, y unos lindos ojos marrones que estaban llenos de amor a Dios. Pero lo que más noté fue su energía ilimitada y su total apertura hacia todos. Todos éramos parte de su familia, y nos hacía sentirnos como si nos hubiese conocido de siempre.

Incluso mientras estábamos allí, familiares, amigos y vecinos pasaban a visitarla. Queriendo alimentarlos, ella me dijo (me conocía desde hacia menos de una hora), “Ve, ayudame a hacer algunas tortillas,” y señaló hacia una bolsa enorme de harina, la que se usa para las tortillas.
Sintiéndome abrumada por este pedido, le dije titubeando: “Pero Ofelia, nunca he hecho tortillas.”

Ella respondió, “Oh, es fácil. Te mostraré.” Y me mostró, e hice mi primera tanda de tortillas para alimentar a todos. (Se las comieron todas, así que supongo que no estaban tan mal.)

Con los años, Ofelia visitaba a Irene y su esposo Nishtan a menudo, en Ananda Village. En dos ocasiones fue bendecida con la visión de Yogananda. La primera vez, fue después de haberse caído y roto el tobillo. Debido a que debía permanecer inmóvil, se quedó con su hija para recuperarse.

Una noche, Ofelia no podía dormir debido al dolor punzante que tenía. Había estado tratando de descansar en un pequeño asiento junto a la ventana usando almohadones para mantener el tobillo elevado. Mientras oraba a Dios, pidiéndole ayuda, Ofelia de repente vio a Yogananda sentado justo al lado de su pie elevado. Con amor, él puso el dobladillo de su túnica sobre el tobillo de ella. Inmediatamente el dolor desapareció y con el tiempo su tobillo se curó.

La segunda vez que el Maestro se le apareció, fue un encuentro más largo, durante el cual hablaron acerca de muchas cosas. Al final, ella le preguntó, “¿Vienes a menudo a aquí [a Ananda]?”
“Siempre estoy aquí,” respondió él.

Ofelia falleció en su hogar el 12 de mayo de 2019, el Día de la Madre en Estados Unidos. Su casa estaba llena de gente que ella había ayudado y que la amaban.

Durante su vida, ella repetía la oración: “Con Dios, para Dios, y por la gracia de Dios.” En sus últimos meses, mientras su hija Irene la cuidaba, Ofelia le dijo que repitiese esas palabras antes de hacer cualquier cosa, así no cometería errores.

“Pero,” preguntó Irene, “¿qué pasa si las digo, e igual cometo errores?”

Ofelia respondió con la fe sencilla que llenó su vida: “Con Dios, para Dios, y por la gracia de Dios.” antes de hacer cualquier cosa, no habrá ningún error.”

Como una más entre los muchos hijos de Ofelia, comparto su sabiduría y su amor con ustedes. Los santos se encuentran en lugares inesperados.

En la dicha,

Nayaswami Devi

 

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