SALIENDO DE LA MORGUE

19 de Julio de 2018

 Mientras entraba en el laboratorio químico en el sótano del hospital, no había nadie ahí para recibirme, solo estantes con tubos de ensayo sucios. Mi trabajo de media jornada durante el último semestre en la universidad era limpiar los frascos luego de que los químicos se habían ido.

No era un trabajo muy interesante, generalmente me encontraba sola en un cuarto sin vida iluminado por luces fluorescentes parpadeantes.

Y desafortunadamente, el ambiente del laboratorio era bastante tóxico: todos los estantes de tubos de ensayo tenían que ser sumergidos en un gran tanque de ácido antes de ser lavados. Los gases del ácido eran extraídos en su mayoría por un extractor, pero yo no sentía que trabajando cerca de él estuviese añadiendo años a mi vida.

Para empeorar las cosas, cuando fui al pasillo para encontrar un baño, vi a un camillero empujando un gran carro. Con la luz tenue, al principio no pude distinguir que había en él, pero a medida que se acercó, me di cuenta de que el carro llevaba un cadáver cubierto con una sábana. Di un paso al costado, sorprendida, para verlo entrar en la morgue, justo del otro lado del pasillo del laboratorio.

Toda la experiencia estaba tan desprovista de vida como puedan imaginarse, pero había un consuelo. En ese momento había salido un maravilloso cassette de audio: West Meets East, sesiones improvisadas entre el gran citarista Ravi Shankar, y el virtuoso del violín Yehudi Menuhin. Llevaba al laboratorio un reproductor de cassette conmigo, pasaba la cinta por horas, y me deleitaba con la música linda y emotiva.

El contraste entre el laboratorio estéril, sin vida y la música trascendente, llena de gozo, despertaba en mí un gran deseo de sentir esa inspiración todo el tiempo. Comencé a darme cuenta que la vida, incluso en el mejor de los casos, era como una morgue comparada con el mundo interior del alma.

Un mes más tarde un amigo me dio una copia de Autobiografía de un Yogui de Paramhansa Yogananda y me contó acerca de Ananda, que estaba basada en sus enseñanzas. Así comencé mi viaje espiritual, hace casi cincuenta años.

El camino es diferente para cada uno de nosotros, sin embargo es básicamente el mismo. Estas son algunas de las etapas del viaje que pueden servirte de guía.

Para comenzar un viaje, debes querer avanzar con respecto a donde te encuentras hoy.

Para comenzar un viaje, debes querer avanzar con respecto a donde te encuentras hoy. Mientras estés conforme con tus circunstancias nunca estarás motivado para comenzar. ¿Qué nos motiva? Es diferente para cada persona: tal vez es la infelicidad; o el deseo por la verdad; o buscar saber quiénes somos realmente. En cualquier caso, el deseo de algo más es el estimulo que nos impulsa hacia adelante. Recuerda qué te ha motivado, y continúa buscándolo hasta que alcances tu objetivo.

Para alejarte de lo familiar, necesitas un mapa o un guía. Es muy difícil encontrar nuestro camino hacia adelante sin alguien que conozca el terreno. Por eso necesitamos un gurú y sus enseñanzas para que nos guíen. Tal vez preguntarás: ¿Pero qué pasa si no tengo un gurú? Cuando el buscador está listo, el gurú llegará. Por eso es importante conocer nuestras propias limitaciones al dirigir nuestros pasos, y pedir sinceramente guía personal divina para que nos muestre el camino. Una vez que has encontrado a tu guía, continúa siguiendo sus indicaciones.

Mientras continúas tu viaje, trata de alivianar tu carga. No puedes avanzar con cantidades de equipaje innecesario, tal como hábitos, formas de pensar y autodefiniciones viejos. Deja atrás cualquier cosa que no necesites, y simplifica tu vida a lo que realmente quieres llevar contigo al futuro.

Recuerda, este viaje es de autodescubrimiento. En realidad no te estás moviendo a través del tiempo y el espacio, sino viajando hacia adentro para reconectarte con tu verdadero Ser. Por más lejos que parezca que te lleve el viaje, siempre regresarás al punto desde el cual comenzaste—tu hogar interior en Dios. Por eso este viaje en realidad no tiene que ver para nada con viajar, sino simplemente recordar lo que siempre hemos sabido: quién y qué somos realmente.

Una vez que hacemos este descubrimiento, comienza nuestra verdadera vida: una de tal riqueza, belleza, libertad y gozo interiores que nada, ni siquiera la muerte, puede destruirlo alguna vez. Entonces nos emocionamos con la música del alma, que estuvo sonando todo el tiempo.

Con gozo,

Nayaswami Devi

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