La decisión más importante de mi vida

Reflexión personal de Nayaswami Pushpa

Desde muy joven fui muy independiente. Me fui de casa a los dieciséis años: ¡había todo un mundo ahí fuera esperando a ser explorado! Desde entonces me mantuve económicamente. A los dieciocho años viajé sola por Europa haciendo autostop. A los dieciocho también me mudé a un país donde no hablaba el idioma y no conocía a nadie. Siempre me había sentido muy capaz de valerme por mí misma y tomar mis propias decisiones.

A los cuarenta y cinco años, había vivido en seis países distintos y en catorce estados de EE.UU., y tenía una exitosa carrera empresarial. Entonces, a través del Centro Ananda de Dallas, encontré un estudio en profundidad de las enseñanzas de Paramhansa Yogananda. Desde muy joven había deseado tener un “maestro especial” que me instruyera. Ahora sentía que la pregunta me acosaba: ¿Necesito un gurú? Había tenido varios maestros espirituales a lo largo del camino, pero esto era diferente. Se trataba de un compromiso que cambiaría mi vida.

Adi Shankaracharya dijo: “En los tres mundos -causal, astral y material- no hay mayor bendición que la de tener un verdadero gurú”. Un verdadero gurú podía guiarme a través del océano de la ilusión hacia la libertad espiritual. Yo creía que Yogananda era un verdadero gurú: había estudiado sus escritos y había leído su Autobiografía de un yogui. Pero, ¿era él mi gurú? ¿Estaba dispuesta a comprometerme a ser su verdadero discípula? ¿Cómo podía hacer el voto de ser discípula si no estaba segura al cien por cien? Seguí rezando sobre esta decisión.

Y sin embargo, reflexioné, ¿no había anhelado en secreto esta relación única? Por supuesto que sí. Pero, ¿y el pensamiento independiente que tanto apreciaba? ¿Tendría que renunciar a ello? ¿No me había ido bastante bien en la vida? Había seguido otro camino espiritual y llevaba diez años meditando, pero sabía que había más. Pero el precio del “más” me parecía muy alto. Suponía rendir mi voluntad a Dios y al gurú -así lo interpretaba yo-, y me resistía. ¿No sabía yo lo que era mejor para mí? ¿No había logrado la mayor parte de lo que me había propuesto en la vida? Sin embargo, al reflexionar profundamente sobre mi vida hasta ese momento, me di cuenta de que conseguir lo que quería no siempre me había aportado la felicidad y la plenitud que había buscado o previsto.

Las cosas empezaron a aclararse. No estaba renunciando a mi libre albedrío, sino al control que el ego ejercía sobre mí. Mi gurú me revelaría ideas para tomar decisiones más sabias que me aportaran más felicidad. Ahora, a través de la sintonía con mi gurú, podía sintonizar mi voluntad con la de Dios y tomar decisiones mucho más acertadas que las que mi ego jamás podría tomar.

Nunca me he arrepentido de la elección que hice en 1996. Mi gurú ha cambiado mi vida de muchas maneras hermosas. Cuando soy receptiva a sus consejos, todo sale bien y no tengo ninguna duda de que lo que sucede es correcto. No puedo imaginar cómo sería mi vida sin su guía y su amor incondicional. Me siento bendecida.

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