CÓMO GANAR LA BATALLA A LA MENTE Y PROFUNDIZAR EN LA MEDITACIÓN

 

En las enseñanzas de Paramhansa Yogananda, el uso apropiado del poder de la voluntad es esencial para el éxito en la vida. Sin embargo, Diksha, profesora de meditación de Ananda, ha descubierto que la gente a menudo se desalienta por la inquietud mental y abandona después de unos pocos intentos de meditar.

En este artículo que escribió hace unos años, Diksha describe de forma clara y magistral, como a través del correcto uso de la fuerza de voluntad y perseverancia, todos pueden superar la inquietud y lograr un gran progreso en la meditación.

 

La experiencia en mi retiro de silencio

Mi primer logro real en mi batalla contra la inquietud mental llegó hace algunos años, durante uno de mis primeros retiros de una semana en Ananda Village. Los retiros en silencio son habitualmente un tiempo para profundizar más en la meditación, pero yo comencé el mío en un estado de desánimo. Ciertos pensamientos recurrentes y negativos me siguieron hasta mi retiro.

Siempre que trataba de meditar me asaltaban pensamientos sobre mis imperfecciones como devota y la idea de que yo no era “suficientemente buena” para meditar bien. 

Después de dos días de esto, estaba tan desesperada por escapar de la tiranía de mi mente que decidí tomar el control. Cuando los pensamientos desalentadores comenzaron de nuevo, grité fuerte “¡Ya basta, fuera de aquí!” Entonces, en voz alta y con gran fuerza de voluntad comencé a guiarme a mi mism, en la meditación y sus pasos basicos:

  • La relajación de todo el cuerpo
  • Seguido de 6 a 8 vueltas de respiración medida (inhala 6, reten 6, exhala 6).
  • Luego me guié mentalmente con la técnica de meditación Jhong So: observé la respiración, repetí el mantra y rehusé por completo a dejar que cualquier cosa desviase mi atención. Estaba completamente enfocada en el mantra y la respiración — mis cuerdas de salvamento hacia la paz. 

Una experiencia profunda

Enseguida, los pensamientos comenzaron a disolverse y me empecé a relajar. Estaba sintiéndome gradualmente más y más en paz. Después de unos 20 minutos, abandoné el mantra y me absorbí en un profundo estado de paz. Fui tan profundo que ni siquiera era consciente de mi propia existencia. No había ni cuerpo, ni mente, ni “yo,” solo paz. La experiencia fue profunda. 

Hacia el final de la meditación, emergió una imagen. Me vi a mi misma como adulta, abrazando a un bebé. Supe intuitivamente que yo era ese bebe y entendí el mensaje: “Si quieres lograr profundidad en la meditación, tienes que aceptarte y abrazarte como eres. Solo entonces puedes progresar.” 

Esa meditación me convenció de que podía experimentar una meditación profunda, incluso Samadi (unidad con Dios). Lo que más necesitaba era resistir con una gran fuerza de voluntad a los pensamientos negativos que me estaban empujando hacia abajo. 

 

Cómo descubrí e integré en mi meditación, el el sendero óctuple de Patányali

Después de esta experiencia, mis meditaciones mejoraron y ocasionalmente alcancé estados profundos. Participé en una clase de Ananda, sobre Astanga Yoga*, el sendero óctuple hacia la iluminación como fue expuesto por el antiguo maestro Patányali,y me llevó a mi siguiente paso. Me di cuenta de inmediato de que había un ‘mapa’ para encontrar a Dios, comprobado a lo largo del tiempo, que yo podía usar para profundizar mis meditaciones. 

Comencé enfocándome en los iamas y niamas de Patányali, las diez pautas y actitudes morales que nos ayudan a meditar profundamente y a encontrar a Dios. (No dañar, no codiciar, contentamiento, entrega devocional, etc.) Trabajé con una actitud a la vez, de un mes a un año, dependiendo de mi necesidad. 

El contentamiento, en particular, fue importante para mí. Al trabajar con el contentamiento, hice un esfuerzo consciente para aceptar las cosas como viniesen, para ver la mano de Dios detrás de todo lo que sucediese y para entregarme a lo que fuese que Dios quisiese para mí. Resistí la tendencia a tratar de forzar las cosas para que sucedan, e intenté no envidiar a nadie o compararme con los demás. Hice a Dios mi compañero en todos estos esfuerzos, siempre que me sentía desalentada o tenía dificultad enfrentando un defecto en mí, ofrecía esto a los pies de Dios y el Gurú y oraba profundamente para que me ayuden a cambiar. 

Estas prácticas resultaron muy útiles. Por medio del uso persistente de la fuerza de voluntad, me convertí en participante activa en mi propia auto-transformación y me sentía fortalecida. Llevé un diario de mi progreso para registrar los cambios en mis actitudes. 

 

El origen de toda inquietud

Mientras trabajaba en los iamas y niamas me di cuenta que todavía necesitaba superar niveles más profundos de inquietud. El origen de toda inquietud es el ego, con sus deseos, apegos y autodefiniciones. Practicar los iamas y niamas, afloja el agarre que tiene el ego en nosotros, ayudándonos a estar más desapegados y a ser más impersonales y a estar menos preocupados con el pequeño ser. 

Pero sentí que podía hacer todavía más. Supe intuitivamente que también ayudaría llenarme con pensamientos de devoción a Dios. Cuando los pensamientos de devoción son lo más importante en nuestras mentes hay mucho menos espacio para la inquietud. 

Como primer paso, comencé repitiendo dos mantras una y otra vez, incluyendo “Señor, yo soy Tuyo. Se tú eternamente mío.” Los repetía al final de mi meditación y durante el día, siempre que lo recordaba. 

Al principio el proceso fue puramente mental, pero los mantras comenzaron a impregnar gradualmente mi ser y la conexión de mi corazón con Dios se hizo más profunda. 

También encontré muy útil la afirmación de Swami Kriyananda para la devoción**, no solo para profundizar mi devoción, sino también como un mantra para “cortar” pensamientos. La afirmación habla de una “espada de devoción.” Protegía mis sentimientos de devoción visualizándome con una espada, cortando cualquier deseo que surgiese durante la meditación. 

 

Un océano de paz dentro de mí y a mi alrededor

Hacia el fin de este periodo de 7 años, tomé otra clase sobre Astanga Yoga. Durante esa clase entendí por primera vez que la verdadera meditación comienza solo después de que uno alcanza el estado de absorción (diana), un estado en el cuál el ego se disuelve y nos volvemos uno con una cualidad divina, como la paz o el amor. 

Me pregunté: ¿dónde me encontraba en ese proceso? Estaba trabajando en mis actitudes y en la devoción, ¿pero cuán a menudo experimentaba esa absorción? Tomé mi nuevo entendimiento como un desafío para profundizar mi meditación logrando mayor quietud del cuerpo (asana) y estados más profundos de interiorización (pratiajhara), dos de los pasos en el sendero óctuple de Patányali. 

Trabajar con estas dos prácticas era como escalar una montaña, puedes llegar a la cima con un paso a la vez, pero es necesaria una gran fuerza de voluntad. Con asana, comencé por sentarme completamente quieta por cinco minutos, mientras prestaba especial atención a los movimientos sutiles de los músculos y la tensión en las diferentes áreas del cuerpo. Gradualmente pude sentarme por periodos cada vez más largos hasta que me pude sentar completamente quieta durante una hora o más. 

Realicé algo similar para interiorizar la mente. Comencé con la respiración medida y terminé visualizando la energía siendo retirada de mis extremidades hacia la columna. Luego seguí con Jhong So, visualizando al pequeño “yo” (Jhong) disolviéndose en el Espíritu (So). Cuando después me sentaba en el silencio, “cauterizaba” cualquier pensamiento visualizando un rayo láser. Gradualmente extendí los periodos de silencio. 

Trabajé con estas dos prácticas alrededor de un año. Al final, podía sentarme en el silencio durante una hora, sin ser perturbada por los movimientos del cuerpo o los pensamientos inquietos. A veces una profunda paz llenaba mi corazón, mi mente y mi cuerpo. Era como volverme un océano de paz, lo sentía dentro de mí y a mi alrededor y sabía que nada externo podría jamás darme esta clase de experiencia. 

 

“Morir para el mundo sin morir”

Estas prácticas me llevaron al segundo punto de victoria en mi batalla contra la inquietud mental, en la meditación de Navidad, de ocho horas en Ananda Village. Decidí prepararme con anticipación, ya que quería disfrutar de las ocho horas completas sin ataques de inquietud. 

Un mes antes de la meditación hice un ayuno de todo estímulo sensorial: nada de películas o revistas comunes. Solo leí libros de Swami Kriyananda y Paramhansa Yogananda. Mantuve una dieta sencilla y saludable y evité el azúcar. Desde el momento en que me despertaba hasta que me acostaba, usé mi fuerza de voluntad para llenar mi alma con Dios, tratando de ser consciente de la presencia divina todo el tiempo: mientras caminaba, servía, comía, hablaba. A veces no cumplía mi objetivo, pero seguía intentándolo. 

El día de la meditación tenía un solo deseo: desconectarme del mundo y experimentar la presencia de Dios en mi interior. Grabé mentalmente en mi frente la definición de meditación de Yogananda: “Morir para el mundo sin morir.” Estaba convencida de que, si yo “moría para el mundo,” iría profundo en la meditación. Oré profundamente a Dios y al Gurú para que me ayudaran a hacerlo. 

Después de practicar cada técnica de meditación (Jhong So, Kriya Yoga, OM), traté de interiorizar mi consciencia más y más profundamente. Luego recité el Salmo 23 como ofrenda devocional a Dios y continué sentada en el silencio. Una vez, cuando un deseo estaba por tentarme, vino a mi mente la hermosa promesa de Suami Sri Yuktesuar: “Todo mejorará en el futuro, si ahora haces un esfuerzo espiritual.” Rápidamente corté el pensamiento. Pasaron cinco horas y me estaba yendo bien. 

Durante los descansos de la meditación evité el contacto visual con la gente y me mantuve enfocada interiormente. No existía nada para mí, sólo el único deseo de unir mi consciencia con Dios. 

En las 3 horas restantes repetí mentalmente los mantras Gayatri y Majhamritanyaia (para purificación y liberación) 108 veces cada uno, contando con mi mala. Si venía algún pensamiento, lo “cortaba” con la espada. Después de repetir cada mantra me quedaba sentada en silencio por alrededor de 15 minutos. 

 

“¡Cuando medito, no te metas!”

Desplegué un esfuerzo constante durante las ocho horas. Al final estaba mentalmente exhausta y sentía solo un poco de paz. Sin embargo, después de esta experiencia de 8 horas de meditación, mi práctica mejoró inmensamente. A esta altura, mi ego sabía lo que quería decir cuando decía: “¡Cuando medito, no te metas!” La batalla no terminó, pero con mi ego, que ya no es tanto una intrusión, puedo relacionarme más profundamente con mi Ser más elevado. 

Aprendí que podemos lograr un gran progreso en la meditación por medio del uso consciente de la fuerza de voluntad. Requiere de un esfuerzo constante y de recurrir constantemente a Dios. A cada paso del camino debemos decir: “Señor, ¿qué necesito cambiar en mí para acercarme más a Ti?” Cuando preguntamos con profunda sinceridad, Dios siempre responde. 

 

Diksha McCord, vive en Ananda Village y enseña en el Expanding Light Guest Retreat. Fue iniciada en la Orden Nayaswami en 2009. 

 

 

 

 

 

*Astanga Yoga: El Sendero Óctuple de Patányali:

  • iama (control) 
  • Niama (no control) 
  • Ásana (postura, quietud del cuerpo) 
  • Pranaiama (control de la energía) 
  • Pratiajhara (interiorización de la mente) 
  • Dárana (concentración en un punto) 
  • Diana (meditación, absorción) 
  • Samadi (unidad con Dios) 

 

** Afirmación para la Devoción,
de Swami Kriyananda:

“Con la espada de la devoción,
cortaré las cuerdas del corazón que me atan al engaño.
Con un profundo amor,
postro mi corazón a los pies de la Omnipresencia.”

 

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