Haz lo Correcto

Haz lo Correcto

24 de mayo de 2024

Todos los días nos enfrentamos a docenas de opciones. Algunas son grandes y requieren decisiones razonadas, pero muchas son tan pequeñas que ni siquiera se registran a nivel consciente, sino que se manifiestan más como sentimientos y reacciones. En todas estas opciones, ya sean mentales o emocionales, hay una opción que nos expande y eleva, y una que nos contrae hacia un mayor egocentrismo.

Cuando nuestros procesos reactivos de despiertan, bloquean nuestra capacidad de tomar cualquier decisión, y mucho menos la correcta. En estos momentos la mejor estrategia en hacer un reinicio: respirar profundamente varias veces, alejarse un poco del problema, o incluso dormir una noche.


Ayer estaba tratando de terminar un proyecto cuando mi impresora dejó de funcionar. Sin importar lo que intenté, no pude lograr que imprimiese ni una sola hoja. Después de una hora estaba frustrado e irritado—los procesos reactivos tenían el control total—y me di por vencido temporalmente. Esta mañana, después de haber dormido bien para hacer un reinicio, hice precisamente eso con la impresora: la restablecí a la configuración de fábrica. ¡Funcionó perfectamente!

Este sencillo ejemplo mundano ilustra un proceso de tres pasos para tomar la decisión correcta. Primero, céntrate. A continuación, usa tu mente e intuición para buscar una solución. Finalmente, escucha con calma, porque la solución ya está allí esperándote.

Al interactuar con los demás, hacer lo correcto puede expresarse en las palabras de Jesús, “Haz a los demás como te gustaría que te hicieran a ti.” Este consejo es tan fundamental para la acción correcta que aparece una variación del mismo en todas la religiones y senderos del mundo. Recientemente nos enviaron una historia conmovedora de este principio en acción:

Shay no se había desarrollado con normalidad. Un día él y su padre pasaban por un parque donde unos niños que Shay conocía estaban jugando béisbol. Shay preguntó: “¿Crees que me dejarán jugar?” Aunque el padre de Shay sabía que la mayoría de los niños no lo querrían en su equipo, se acercó a uno de los niños y le preguntó si Shay podía jugar. El niño buscó orientación en sus compañeros. Al no obtenerla, tomó el asunto en sus propias manos y dijo, “Estamos perdiendo por seis carreras, y el juego está en la octava entrada. Supongo que puede estar en nuestro equipo, e intentaré ponerlo a batear en la novena entrada.”

En la segunda parte de la novena entrada, el equipo de Shay había anotado varias veces, y ahora con dos outs y las bases llenas, las carreras potenciales para el empate estaban en la base. Shay era el siguiente, pero ¿el equipo realmente lo dejaría batear? Sorprendentemente, a Shay se le permitió jugar, aunque todos sabían que ni siquiera sabía cómo sostener el bate correctamente, y mucho menos conectar con la bola.

Sin embargo, cuando Shay se acercó al plato, el lanzador avanzó unos pasos para lanzar la bola suavemente para que Shay al menos pudiera intentar hacer contacto. Llegó el primer lanzamiento y Shay hizo un swing torpe y falló. El lanzador se acercó unos pasos más para arrojar la bola todavía más suavemente. Esta vez Shay conectó una bola rasa lenta de regreso al lanzador, quien podría haber lanzado la bola fácilmente al primera base. Shay habría estado fuera y el juego habría terminado.

En cambio, el lanzador arrojó la bola formando un arco alto sobre la cabeza de su compañero. Todos comenzaron a gritar: “¡Shay, corre a primera! ¡Corre a primera!” Shay nunca en su vida había llegado a primera base. Corrió de prisa por la línea de base, con los ojos muy abiertos y sorprendido. “¡Corre a segunda, corre a segunda!” gritaron. Cuando Shay rodeo primera base, el jugador tenía la bola y lo podría haber dejado fuera. Pero entendió las intenciones del lanzador, por lo que lanzó la bola alto, por encima de la cabeza del segunda base. Cuando Shay llegó a la segunda base, el parador en corto contrario corrió hacia él y lo giró en dirección de la tercera base, gritando, “¡Corre a tercera!” Mientras Shay rodeaba la tercera base, los niños de ambos equipos estaban gritando, “Shay, corre hacia la última base!” Shay corrió hacia la última base, se paró sobre la base del bateador, y fue aplaudido como el héroe, por conectar un “grand slam” y ganar el juego para su equipo.

Cuando alguien, especialmente un niño, actúa desinteresadamente, pulsa los hilos de nuestro corazón y nuestra alma. Hacer lo correcto enciende la luz de Dios, que se esparce en círculos cada vez más amplios, tocando a todos los que nos rodean. Sin embargo, Paramhansa Yogananda nos recuerda, “El único que hace el bien es Dios. Este es Su mundo. Si Le das todo—tanto las buenas acciones como las malas—te sorprenderá ver cómo todas tus acciones se transforman en buenas. No podrás hacer nada malo cuando la consciencia de Dios esté contigo.”

Día tras día, hora tras hora, hagamos nuestro mejor esfuerzo para hacer lo correcto. Si actuamos con calma, bondad, y buena voluntad, entonces Dios se encargará del resto.

En la luz de Dios,

Nayaswami Jyotish

Comentarios cerrados.