El Mensaje en un Encuentro Extraño

El Mensaje en un Encuentro Extraño

2 de diciembre de 2022

 La noche de invierno era muy fría y ventosa, y me acurruqué junto a la pequeña estufa en mi casa rodante para leer la Biblia a la luz de una lámpara de queroseno. En los primeros años de Ananda (pulsa aquí para ver el enlace en inglés) nuestras viviendas eran sencillas—sin electricidad, agua corriente, teléfonos, ni ninguna forma de comunicarnos con los demás.

Pero éramos más que felices de vivir en lo que estuviera disponible—casas rodantes, tipis, viejos camiones de reparto—solo para ser parte de Ananda. Aquí podíamos dedicar nuestras vidas a Dios y ayudar a Swami Kriyananda a cumplir el sueño de Yoganandaji de las colonias de hermandad mundial (pulsa aquí para ver el enlace en inglés).

En esta noche en particular, mientras leía, me sobresalté al escuchar fuertes golpes en la puerta. La abrí con cautela, y allí en el escalón de bloques de cemento, estaba un hombre extraño con una mirada salvaje en sus ojos.

“Necesito entrar,” dijo con voz exigente. Ofreciendo oraciones silenciosas a Dios para que me proteja, me hice a un lado y lo dejé entrar.

Se sentó en uno de los dos bancos de mi mesita. “Tengo hambre. ¿Qué tienes para comer?” volvió a exigir. (Más oraciones silenciosas de mi parte.) Le ofrecí un poco de comida que comió con voracidad.

“Tengo sed. ¿Qué puedo beber?” (Aún más oraciones silenciosas.) Puse un poco de agua delante de él, que rápidamente bebió de un trago.

Pareciendo relajarse un poco, dijo, “Me gusta estar aquí. Es agradable y cálido.” Luego de una pausa dijo, “Tengo estas grandes llagas en los brazos.” Se subió una de sus mangas y me mostró llagas abiertas y supurantes en su brazo.

(“Dios, por favor resuelve esto rápido,” oré fervientemente.)

Pasaron unos momentos más. Entonces, de repente se puso de pie y dijo, “Gracias. Ahora tengo que irme,” y se fue rápidamente.

Totalmente desconcertada por lo que acababa de suceder, me senté aturdida por unos minutos. Luego, tomando algunas respiraciones, continué leyendo la Biblia. Estas fueron las primeras palabras en las que se posaron mis ojos:

Porque tuve hambre, y me diste de comer; tuve sed, y me diste de beber; era un extraño, y me dejaste entrar;

Desnudo, y me vestiste; estaba enfermo, y me visitaste; estuve en la cárcel, y viniste a mí.

Entonces los justos le responderán, diciendo, Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te alimentamos? ¿o sediento, y te dimos de beber?…

Y respondiendo el Rey les dirá, En verdad les digo, que en cuanto se lo han hecho a uno de estos mis hermanos más pequeños, me lo han hecho a mí.

“Dios,” pregunté interiormente, “¿fuiste realmente Tú quien vino en la forma de ese hombre desesperado?” Nunca volví a ver a ese extraño. Hasta el día de hoy he sospechado que el encuentro fue la forma de Dios de mostrarme que Él Mismo recibe cualquier acto de bondad que expresamos a los demás.

Ahora que nos acercamos a la temporada navideña, es una buena oportunidad para hacer una introspección y limpiar nuestros corazones de cualquier emoción negativa que podamos tener hacia los demás. A lo largo de diciembre, estoy asumiendo el desafío personal de tener solo pensamientos positivos y amorosos hacia todos—ya sean sabios o tontos; prolijos o desaliñados. Recuerda que el amor que se ofrece a cualquier forma de vida es amor ofrecido a Dios.

En Susurros de la Eternidad (pulsa aquí para ver el enlace en inglés), el Maestro escribe: “Que cada sentimiento que tenga brille con Tu amor. Que cada acto de mi voluntad esté impregnado con Tu vitalidad divina. Que cada pensamiento, cada expresión, cada ambición esté ornamentada por Ti.”

Te invito a unirte a mí en este desafío por el resto de 2022: de sentir el amor de Dios fluyendo a través de ti en cada momento del día. Este es el mejor regalo que puedes darle al mundo. ¿Y quién sabe? Dios puede venir en forma oculta para recibirlo.

Tu hermana en Dios,

Nayaswami Devi

 

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