Despejando nuestro Cielo Mental

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Con qué calidez reviste Septiembre los escenarios de nuestra vida, aquí, en el Hemisferio Norte. Su luz difumina los contornos, rebaja las aristas, y todo a nuestro alrededor parece más redondeado, más muelle.

Esta mañana, en León, esa luz dotaba de una dulce nobleza a los antiguos y bellos edificios de la ciudad. Tenía que hacer algunas gestiones, pero en realidad disfruté caminando en esta delicada atmósfera de Septiembre. Cuando al final de una callejuela desemboqué en la Plaza de San Isidoro, tuve que detenerme; bueno, siempre tengo que detenerme ante la iglesia, me es imposible pasar cerca de ella sin hacerlo, y aunque esto sucede desde hace bastantes años, la veo siempre con ojos nuevos. Hoy me detuvo la luz del mediodía, que sobre los muros de caliza hablaba de un espacio amplio e inmaculado.

Unos días atrás, con los ojos cerrados mirando hacia arriba, apareció también un espacio, o una ausencia de espacio, totalmente limpio, como un cielo totalmente despejado, y mientras mi alma se expandía con él, surgieron los versos del poema Samadhi: “Inmaculado está mi cielo mental, abajo, delante y muy alto arriba”. Su expresión, perfectamente clara, resonó en el interior; lo sentí de una forma nueva, como si aprehendiera su significado por primera vez. Limpiar el corazón limpia la mente, y viceversa. Los esfuerzos de purificación despejan nuestro cielo mental; los intentos de expresar la naturaleza de nuestra alma, han traído el regalo de este cielo interior totalmente límpido y de la percepción del poema. Más tarde llegaron las palabras de Jesucristo: “Bienaventurados los puros de corazón, porque ellos verán a Dios”. Purificar el corazón y la mente es aquietarlos, y en la quietud se manifestará nuestro verdadero Ser, se manifestará Dios.

Los esfuerzos traen con más frecuencia los regalos, y el recuerdo de los regalos. ¡Hay tantos motivos para traer a nosotros el recuerdo del alma! Un querido amigo llama por teléfono para disculparse por haber juzgado incorrectamente el trabajo de una tercera persona. El alma se regocija al oírlo. ¡Gracias por sacar a la luz el alma! Otra querida amiga me habla de lo maravilloso que será sentir la presencia de Dios; habla de una manera tan maravillosa… comprendo que ella ¡ya ha percibido a Dios! De nuevo el alma salta de gozo.

Y así vamos construyendo entre todos un universo donde se regocija nuestra alma.

En el intento de vivir en el alma,

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