Cómo Superar las Adicciones

por Paramhansa Yogananda
Invierno 2014

El hombre no puede ser considerado responsable por la tentación, porque fue Satanás quien creó las tentaciones físicas, y constantemente le insta a transgredir moralmente. El hombre es responsable, sin embargo, del uso de su razón y fuerza de voluntad para conquistar sus sentidos, y de este modo, experimentará una felicidad superior que deriva del autocontrol.

Las tres ilusiones más adictivas
Nuestras mentes procesan la información que recibimos desde la superficie de nuestro cuerpo a través de los sentidos de la vista, oído, olfato, gusto y tacto. Demasiada atracción por los sentidos se convierte en adicción a ellos, esclavizándonos a una consciencia dirigida hacia lo exterior.

El vino, el sexo y el dinero son las tres ilusiones más grandes porque estos tres, ante todo, son los más adictivos para la mente. Su efecto a largo plazo adormece la sensibilidad, nubla y confunde a la mente. Una simple mirada a los ojos de aquellos que se encuentran en las garras de estos engaños es suficiente para revelar su confusión mental – su incapacidad para medir las cosas en la proporción correcta. La influencia de estos engaños es doblemente insidiosa porque, al principio, pueden parecer que dan claridad a la mente.

De todos los sentidos, el más adictivo y sutil es el del tacto. Las personas que encuentran placer excesivo en sensaciones táctiles se convierten en presa fácil de los deseos sexuales. Debido a que se encuentra en todo el cuerpo, el sentido del tacto es el que más probabilidades tiene de atraer nuestra atención hacia afuera, lejos de las corrientes sutiles de la energía y la consciencia que emanan de nuestra fuente de vida interior.

Raíces subconscientes profundas
También hay menores formas de adicción. Quienes toman la comida con avidez en lugar de aceptarla con gratitud como una fuente de alimento se vuelven esclavos de la energía dirigida hacia fuera, por medio de los sentidos del olfato y el gusto.

Las personas que aman la adulación se encarcelan a sí mismas en cosas exteriores a través del sentido del oído. Ellas están limitadas por las doradas cadenas del discurso atractivo. Y aquellos que se dejan atrapar por la belleza humana se encarcelan a sí mismos a través del sentido de la vista – “abatido”, como un santo describió a cierto joven, “por el azote de un rostro hermoso.”

Malos hábitos potentes, como el alcoholismo o la adicción a la comida, echan raíces profundas en la mente subconsciente. Una vez que los hábitos corporales comienzan a gobernar la mente, se hace difícil que el cuerpo obedezca las órdenes de la voluntad. Por eso la gente crónicamente obesa no pierde peso fácilmente, incluso si hace dieta. Las células del cuerpo, al haber sido entrenadas por acciones repetidas que no hacen caso de sus fuerzas mentales superiores, han formado sus propios hábitos individuales y no responden rápidamente a las nuevas órdenes mentales.

Aprende a usar tu poderosa voluntad
Debemos recordar que Dios no nos hizo Sus instrumentos inertes, sino que nos ha dotado de libre albedrío. La voluntad de Dios no se guía por capricho o tentación; Su voluntad es guiada por la sabiduría. Dios nos hizo – a nosotros Sus hijos – a su imagen para que también podamos aprender a guiar nuestra voluntad con sabiduría, así como él lo hace. Enseñar a la gente a no usar su voluntad es absolutamente imposible. El no usar la voluntad requeriría esencialmente que permanezcamos en un estado de animación suspendida, sin mover los músculos o incluso sin poder pensar.

Para controlar su vida y destruír las raíces de la adicción, el adicto a los sentidos debe aprender a ejercer su fuerza de voluntad en todo lo que haga, hasta liberarse del engaño mortal de una voluntad humana y convertirse en voluntad todopoderosa – en voluntad divina. El adicto a los sentidos no tiene que adquirir esta voluntad todopoderosa; ya la posee en la imagen de Dios que reside en cada alma.

Escapar de la prisión corporal
El autocontrol es fuerza mental; la falta de autocontrol es debilidad mental. Las personas acostumbradas a la satisfacción sexual o adicción a la comida se estremecen ante la idea del autocontrol. Ellos creen que serían torturados y vivirían infelices si no se indulgeran en sus malos hábitos.

El adicto a los sentidos, cegado por una prolongada identificación con el cuerpo, se ve obligado a pensar que no hay placer tan maravilloso como el que ofrecen los sentidos, pero tan pronto como siente una alegría mayor que proviene de la meditación, se desilusiona con los placeres inferiores de los sentidos. Por lo tanto, la única manera de que un individuo pueda elevarse por encima de las atracciones siempre seductoras de los sentidos es meditar profundamente hasta que sienta las superiores e incomparables alegrías del alma.

Cuando una persona retira su energía y conciencia de la superficie exterior del cuerpo, entra en una vasta región interior. Al atraer su fuerza vital y su consciencia hacia la columna vertebral, y al dirigirla hacia arriba por medio de los centros espinales sutiles en el cerebro, descubre otro mundo. Liberado de las distracciones externas, goza de una intoxicación inimaginable para la mente mundana. Todos los placeres de los sentidos en el pasado, por muy maravillosos que hayan sido, se vuelven desagradables para el individuo, cuando experimenta la alegría cada vez mayor de la consciencia cósmica al elevarse por encima de la consciencia del cuerpo a través de la meditación.

Quien es adicto a los sentidos, sin importar cuánto escuche hablar de las alegrías superiores del alma, nunca lo cree realmente hasta que medita y experimenta el gozo del alma. Cuando los individuos se funden con la vibración cósmica al elevarse por encima de las sensaciones corporales, se liberan del deseo por los placeres de los sentidos.

La cosecha de la adicción
Cuando comes con avidez, la felicidad de tu alma se ahoga en el pozo fangoso de la codicia insaciable en el suelo de la boca. Cuando pones atención en palabras de adulación, la sabiduría de tu alma se hunde bajo las aguas de la falsedad. Cuando eres adicto a la tentación del sexo, la felicidad de tu alma al poder tocar a Dios en cada partícula de espacio, con un sinfín de experiencias apasionantes de felicidad, es sustituída por sensaciones físicas fugaces.

El devoto debe darse cuenta de que los placeres de los sentidos crean insaciables, e insatisfactorios, deseos ardientes de mayor indulgencia en los sentidos, sin lograr satisfacer el deseo. El placer por los sentidos es como beber cicuta, crea más sed en vez de saciarla. El placer del alma, aunque difícil de alcanzar, nunca se pierde y nunca termina en la saciedad, sino que siempre produce un placer nuevo sin fin.

No es un pecado comer con autocontrol, o vivir una vida honesta de familia, pero el devoto debe vigilar siempre de no entrar en los surcos de los placeres de los sentidos, y olvidar la felicidad sin fin de las percepciones espirituales, que se perciben en el silencio. La preocupación, el descontento, el aburrimiento y la infelicidad son la cosecha de la adicción, mientras que las percepciones espirituales infinitas, adquiridas en la meditación, susurran alegría sin cesar y miles de emocionantes inspiraciones de sabiduría en los oídos del Silencio.

El dinero, el sexo, y el vino fueron creados como falsos placeres. Ellos nunca pueden sustituir a la bienaventuranza de Dios. Nadie puede ayudarte a menos que estés dispuesto a ayudarte a tí mismo. Si estás dispuesto a cambiar, entonces Dios mismo te ayudará. Incluso si lo único que haces es orarle sinceramente, Él te mostrará el camino para librarte de todas las adicciones autodestructivas.

No pierdas estos preciosos años
No es apropiado que los seres humanos se comporten como animales. No pierdas estos preciosos años en la tierra en una juerga vacía. A ti te corresponde elegir si deseas que la esclavitud a los sentidos y malos hábitos gobiernen tu vida, o si dejarás que los soldados divinos del autocontrol gobiernen tu reino mental. Para alcanzar la pura alegría del alma, los placeres ilusorios y temporales de los sentidos deben ser abandonados.

Hay personas que son tan adictas a la debilidad de sus sentidos y sus malos hábitos que se sienten impotentes frente a esas adicciones. Tales almas deben recordar que aunque los malos hábitos pueden envolverlos por un tiempo, no pueden dominarlos para siempre. Cada alma, no importa cuán profundamente enterrada en las adicciones se encuentre, es capaz de trascender todas esas debilidades. Todos nosotros somos parte de Dios. Pertenecemos a Él, y Él a nosotros. Finalmente, todos debemos volver a Él.

Como hijo de Dios, tu verdadera naturaleza es ser feliz; nunca estarás satisfecho con nada menos que la verdadera felicidad. La verdadera felicidad no depende de nada fuera de ti mismo.

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Tomado de lecciones y artículos.

Nota del traductor: Yogananda define a Dios como ‘Satchidananda’: Alegría siempre nueva. Yogananda nos ofrece nuevos conceptos que dan claridad y sentido a muchos estereotipos del pasado.

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