Cómo compartir la verdad

Un devoto escribió: “Cuando me di cuenta por primera vez de que la gente se sentía atraída por mí y buscaba mi consejo, me alarmé mucho. Me aterra que me llamen maestro”.

Querido _________:

Lo que los demás te llamen es de importancia secundaria. Lo realmente importante es cómo te llamas a ti mismo.

Por favor, considera lo que realmente significa enseñar. Para la mayoría de la gente, enseñar significa decir a otros que no saben, cosas que deberían saber. Implica un sentido de obligación de llevar sobre la correcta dirección de los asuntos de otras personas. Implica también un sentido de superioridad respecto a cualquiera que uno enseñe.

Ahora bien, cuando un carpintero hace una mesa por encargo puede hacerlo con el espíritu de: “Ya es hora de que la señora Brown tenga algo decente en su casa para variar. ¡Todos esos trastos que guarda! No tiene gusto, ese es su problema”. Pero si trabaja con este espíritu no habrá alegría en su trabajo, no habrá alegría en hacer algo hermoso para la Sra. Brown, no habrá un verdadero sentido de servicio, ni siquiera habrá alegría en hacer una buena mesa, ya que es una persona sin gusto la que ha mostrado preferencia por su trabajo. Es obvio que sería mejor para él hacer la mesa como una humilde ofrenda de los talentos que posee, para el disfrute de la señora Brown si ella decide conservarla. ¡Y qué tonto es él al pensar que la vida de ella debe ser requisada por una simple pieza de carpintería!

Eso es lo que debería significar la enseñanza: no decir a la gente lo que debe hacer o saber, sino ofrecer los frutos de la propia vida con la humilde esperanza de que lo que uno dice resulte de alguna manera útil y encuentre un lugar en sus vidas. La gente no le debe a un maestro el seguir sus consejos. Más bien, le hacen un favor si consideran que su consejo es aceptable, porque al hacerlo dan también un mayor significado a su vida.

En la India, cuando la gente me toca los pies (un gesto tradicional de respeto a un maestro), y a veces en este país cuando la gente sigue la costumbre india, siento que me están bendiciendo a mí, no yo a ellos.

De este modo, enseñar a los demás se convierte en un alegre compartir con ellos, un acto recíproco en el que uno recibe al menos tanto como da, y se siente privilegiado por la oportunidad de ser útil a los demás, en lugar de sentirse de alguna manera rebajado por la necesidad de hablar con los tontos.

Un carpintero sabio no considera la carpintería más importante que la albañilería o la fontanería. Un maestro sabio, del mismo modo, no considera que la enseñanza sea más importante que cualquiera de esas tres. Sólo está agradecido por tener algo útil que ofrecer a sus semejantes, a cambio del privilegio de pertenecer a este grupo selecto de animales, la raza humana.

Ve a Dios, no a ti mismo, como el Hacedor. Entonces concéntrate en las necesidades de quienes te piden consejo, no en tu propia necesidad de darlo. No busques a las personas para aconsejarlas, pero si vienen a ti por su propia voluntad, no las rechaces. Este mundo está lleno de ceguera y sufrimiento. Aunque todavía no hayas encontrado la sabiduría por ti mismo, el mero hecho de que hayas encontrado algunas respuestas hace que merezca la pena compartir tus descubrimientos, aunque sólo sea porque tus amigos puedan sentir que si no o haces, has traicionado sus confiadas expectativas.

Si una persona hambrienta llega a tu puerta, ¿le despedirás con hambre y con las manos vacías?

En la amistad divina,

Swami Kriyananda, de Cartas a los buscadores de la verdad, 1973

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