Capítulo 35

La Vida Crística de Lahiri Mahasaya

   “Para que así cumplamos toda rectitud”1. En estas palabras dirigidas a Juan el Bautista, y pidiéndole a Juan que le bautizara, Jesús reconocía los derechos divinos de su gurú.

   A partir de un reverente estudio de la Biblia desde el punto de vista oriental2, y a partir de la percepción intuitiva, estoy convencido de que Juan el Bautista fue, en vidas pasadas, el gurú de Cristo. Hay muchos pasajes en la Biblia de los que se deduce que Juan y Jesús fueron respectivamente, en su última encarnación, Elijah y su discípulo Elisha. (Así aparecen escritos en el Antiguo Testamento. Los traductores griegos escribieron los nombres como Elías y Eliseo; en el Nuevo Testamento reaparecen con estos cambios en sus nombres).

   El final del Antiguo Testamento es una predicción de la reencarnación de Elijah y Elisha: “Mirad, os enviaré a Elijah, el profeta, antes de la llegada del gran y terrible día del Señor”3. Por ello Juan (Elijah), enviado “antes de la llegada… del Señor”, nació un poco antes, para servir como mensajero de Cristo. Un ángel se apareció a Zacarías, el padre, para declarar que su hijo Juan no era otro que Elijah (Elías).

   “Pero el ángel le dijo, No temas, Zacarías, pues tu oración ha sido escuchada; y tu esposa Isabel te dará un hijo al que llamarás Juan… Y devolverá a muchos de los hijos de Israel al Señor su Dios. Y él irá antes4 con el espíritu y poder de Elías, para reconciliar a los padres con los hijos y al rebelde con la sabiduría del justo; para preparar al pueblo para el Señor”5.

   Jesús identificó inequívocamente a Elijah (Elías) como Juan en dos ocasiones: “Elías ya vino y no le reconocieron… Entonces los discípulos comprendieron que estaba hablándoles de Juan el Bautista”6. Cristo dijo también: “Pues todos los profetas y la ley profetizaron hasta Juan. Y si queréis aceptarlo, éste es Elías, el que tenía que venir”.7

   Cuando Juan negó que él fuera Elías (Elijah)8, quería decir que en el humilde papel de Juan ya no venía con la elevación externa de Elijah, el gran gurú. En su última encarnación había confiado el “manto” de su gloria y su riqueza espiritual a su discípulo Elisha. “Y Elisha dijo, te lo ruego, que yo tenga doble parte en tu espíritu. Y él dijo, Has pedido cosa difícil: con todo, si me ves cuando sea arrebatado de tu lado, la tendrás; en caso contrario, no la tendrás… Y tomó el manto de Elijah que se le había caído”9.

   Durante la transfiguración de Cristo en la montaña10, a quien vio fue a su gurú Elías, con Moisés. Una vez más, en la hora extrema de la cruz, Jesús gritó el nombre divino; “Eli, Eli, lama sabachthani?, es decir, Dios mío, Dios mío, ¿Por qué me has abandonado? Algunos de los que estaban allí, al oírlo dijeron, Este hombre llama a Elías… Veremos si Elías viene a salvarle”11.

   El vínculo eterno de gurú y discípulo que existía entre Juan y Jesús era también una realidad para Babaji y Lahiri Mahasaya. Con tierna solicitud el gurú inmortal cruzó las aguas del Leteo, que se arremolinaban entre las dos últimas vidas de su chela, y guió los pasos sucesivos tomados por el niño y después por el hombre Lahiri Mahasaya. Sólo cuando el discípulo había cumplido treinta y tres años, Babaji consideró que había llegado el momento de reestablecer abiertamente la relación nunca rota. Así, tras su breve encuentro cerca de Ranikhet, el desinteresado maestro separó a su amado discípulo del pequeño grupo de la montaña, liberándole para una misión en el mundo exterior. “Hijo mío, acudiré siempre que me necesites”. ¿Qué amor mortal puede hacer esa infinita promesa?

   Desconocido para la sociedad en general, un gran renacimiento espiritual comenzó a fluir desde un remoto rincón de Benarés. Así como la fragancia de las flores no puede ocultarse, así Lahiri Mahasaya, viviendo tranquilamente como un cabeza de familia ideal, no pudo esconder su gloria innata. Poco a poco, de todos los lugares de la India, las abejas-devotos buscaron el divino néctar del maestro liberado.

   El director inglés de la oficina fue uno de los primeros en darse cuenta del cambio trascendental de su empleado, a quien llamaba de una forma encantadora “Extático Babu”.

   “Señor, parece usted triste. ¿Qué le preocupa?”. Una mañana Lahiri Mahasaya hizo esta compasiva pregunta a su jefe.

   “Mi esposa está en Inglaterra, gravemente enferma. Me siento desgarrado por la ansiedad”.

   “Conseguiré noticias suyas”. Lahiri Mahasaya salió de la habitación y se sentó durante un corto periodo de tiempo en un lugar apartado. A su vuelta sonreía consoladoramente.

   “Su esposa está mejorando; en este momento está escribiéndole una carta”. El omnisciente yogui citó algunos fragmentos de la misiva.

   “Extático Babu, ya sé que no es usted un hombre corriente. Aún así, ¡soy incapaz de creer que pueda usted suprimir a voluntad el espacio y el tiempo!”.

Finalmente llegó la carta prometida. El asombrado director comprobó que, no sólo contenía las buenas noticias de la recuperación de su esposa, sino también las mismas frases que, semanas atrás, había repetido Lahiri Mahasaya.

   La esposa llegó a la India algunos meses después. Visitó la oficina, donde Lahiri Mahasaya estaba sentado tranquilamente en su despacho. La mujer se acercó a él con reverencia.

“Señor”, dijo, “fue su figura, aureolada por una luz gloriosa, la que contemplé hace meses en mi lecho de enferma en Londres. ¡En aquel instante me curé! Poco después fui capaz de emprender el largo viaje por mar a la India”.

Día tras día, uno o dos devotos suplicaban al sublime gurú que los iniciara en Kriya. Además de sus deberes espirituales y de su vida de trabajo y familia, el gran maestro se interesó con entusiasmo por la educación. Organizó muchos grupos de estudio y tomó parte activa en la creación de una gran escuela de educación secundaria en la zona Bengalí de Benarés. Sus conferencias regulares sobre las escrituras, pasaron a llamarse “Asamblea del Gita”, a la que acudían con ilusión muchos buscadores sinceros.


   Por medio de estas múltiples actividades, Lahiri Mahasaya trataba de responder al desafío general: “Después de cumplir los deberes sociales y de trabajo, ¿qué tiempo queda para la meditación devocional?”. La armoniosa y equilibrada vida del gran gurú-cabeza de familia, se convirtió en una silenciosa inspiración para miles de corazones que buscaban respuesta. Ganando tan sólo un salario modesto, frugal, sin ostentación, accesible a todos, el maestro seguía feliz y con naturalidad el camino de la vida mundana.

   Aunque instalado en el asiento del Uno Supremo, Lahiri Mahasaya mostraba reverencia por todos los hombres, sin tener en cuenta lo discrepante de sus méritos. Cuando sus devotos le saludaban, él a su vez se inclinaba ante ellos. Con una humildad infantil, con frecuencia el maestro tocaba los pies de los demás, sin embargo raramente permitía que ellos le concedieran el mismo honor, a pesar de que tal obediencia hacia el gurú es una antigua costumbre oriental.

   Un hecho significativo en la vida de Lahiri Mahasaya, fue el conceder la iniciación en Kriya a quienes tuvieran auténtica fe. Entre sus discípulos más destacados había no sólo hindúes, sino también musulmanes y cristianos. Monistas y dualistas, gentes de todas las creencias o sin ninguna, fueron recibidos e instruidos imparcialmente por el universal gurú. Uno de sus chelas más avanzados fue Abdul Gufoor Khan, un musulmán. Una muestra del gran valor de Lahiri Mahasaya fue que, si bien pertenecía a una elevada casta de bramines, hizo cuanto pudo por disolver las rígidas e intolerantes castas de su tiempo. Personas de todas las clases sociales encontraron refugio bajo las alas del omnipresente maestro. Como todos los profetas inspirados por Dios, Lahiri Mahasaya dio nueva esperanza a los parias y oprimidos de la sociedad.

   “Recuerda siempre que no perteneces a nadie y que nadie te pertenece. Piensa que un día tendrás que dejar de pronto todas las cosas de este mundo, así pues entabla relaciones con Dios ahora”, decía el gran gurú a sus discípulos. “Prepárate para el viaje astral de la muerte liberándote todos los días en el globo de la percepción de Dios. Por medio del engaño te percibes a ti mismo como un montón de carne y huesos que, en el mejor de los casos, es un avispero de preocupaciones12. Medita sin descanso, para que puedas contemplarte rápidamente como la Esencia Infinita, libre de toda clase de miserias. Deja de ser un prisionero del cuerpo; utilizando la llave secreta de Kriya, aprende a escapar al Espíritu”.

   El gran gurú alentaba a sus numerosos alumnos a adherirse a la buena disciplina tradicional de la fe que ellos seguían. Lajhiri Majhasaia, resaltando la naturaleza integral de Kriya, como una técnica práctica de liberación, dio a sus chelas libertad para expresar sus vidas de acuerdo con su entorno y su educación.

   “Un musulmán debe realizar su culto namaj13 cuatro veces al día”, señalaba el maestro. “Cuatro veces al día debe sentarse a meditar un hindú. Un cristiano debe arrodillarse cuatro veces al día, orando a Dios y leyendo a continuación la Biblia”.

   Con sabio discernimiento, el gurú orientaba a sus seguidores hacia los senderos de Bhakti (devoción), Karma (acción), Jnana (sabiduría) o Raja (real o completo) Yoga, según las tendencias naturales de cada uno. El maestro, que era cauto a la hora de dar a los devotos permiso para entrar en el camino del monacato formal, les advertía siempre que antes de hacerlo reflexionaran bien en las austeridades de la vida monástica.

   El gran gurú enseñaba a sus discípulos a evitar las discusiones teóricas sobre las escrituras. “Sólo es sabio quien se entrega a poner en práctica las antiguas revelaciones, no únicamente a leerlas”, decía. “Resuelve todos tus problemas con la meditación14. Cambia las inútiles especulaciones religiosas por el contacto real con Dios. Limpia tu mente de los escombros teológicos, para que circulen por ella las frescas y curativas aguas de la percepción directa. Sintonízate con la activa Guía interior; la Voz Divina tiene la respuesta a todos los dilemas de la vida. Auque la inventiva humana para meterse en problemas parece no tener fin, el Socorro Infinito no es menos ingenioso”. 

   La omnipresencia del maestro quedó patente en una ocasión ante un grupo de discípulos que escuchaban su exposición del Bhagavad Gita. Cuando estaba explicando el significado de Kutastha Chaitanya o Conciencia Crística en toda la creación vibratoria, Lahiri Mahasaya comenzó de pronto a jadear y gritó:

   “¡Me ahogo en los cuerpos de muchas almas en las costas de Japón!”.

   A la mañana siguiente los chelas leyeron en el periódico la noticia de la muerte de muchas personas cuyo barco se había hundido el día anterior cerca de Japón.

   Los discípulos que estaban lejos de Lahiri Mahasaya tenían constancia a menudo de su estrecha presencia. “Estoy siempre con quienes practican Kriya”, decía consoladoramente a los chelas que no podían estar cerca de él. “Te guiaré al Hogar Cósmico gracias a la expansión de tus percepciones”.

   Un devoto que no podía ir a Benarés, le contó a Swami Satyananda que, a pesar de ello, había recibido la iniciación en Kriya de forma precisa en un sueño. Lahiri Mahasaya había aparecido para instruir al chela en respuesta a sus oraciones.

   Si un discípulo descuidaba alguna de sus obligaciones mundanas, el maestro le corregía y le disciplinaba con suavidad.

   “Las palabras de Lahiri Mahasaya eran dulces y curativas”, me dijo Sri Yukteswar en una ocasión, “incluso cuando se veía obligado a hablar abiertamente a un chela de sus faltas”. Añadió con arrepentimiento, “Ningún discípulo huyó jamás de los dardos de nuestro maestro”. No pude evitar reírme, pero aseguré sinceramente a Sri Yukteswar que, afiladas o no, todas sus palabras eran música para mis oídos.

   Lahiri Mahasaya organizó cuidadosamente Kriya en cuatro iniciaciones progresivas15. Ofrecía las tres técnicas más elevadas sólo cuando el discípulo había demostrado un claro progreso espiritual. Un día, cierto chela, convencido de que no se le estaba valorando debidamente, expresó su descontento.

   “Maestro”, dijo, “creo que estoy preparado para la segunda iniciación”.

   En aquel momento se abrió la puerta para dar entrada a un humilde discípulo, Brinda Bhagat. Era un cartero de Benarés.

   “Brinda, siéntate aquí, a mi lado”. El gran gurú le sonrió cariñosamente. “Dime, ¿estás preparado para la segunda técnica de Kriya?”.

   El pequeño cartero unió sus manos en actitud de súplica. “Gurudeva”, dijo alarmado, “¡por favor, nada de más iniciaciones! ¿Cómo podría asimilar enseñanzas más elevadas? Hoy he venido a pedirle sus bendiciones, porque el primer Kriya divino me ha llenado con tal embriaguez, ¡que no puedo repartir las cartas!”.

   “Brinda ya nada en el mar del Espíritu”. Ante estas palabras de Lahiri Mahasaya, su otro discípulo bajó la cabeza.

   “Maestro”, dijo, “Veo que he sido un mal trabajador, que critica sus herramientas”.

   El cartero, que era un hombre sin instrucción, gracias a Kriya desarrolló su comprensión hasta tal punto, que de vez en cuando los eruditos le pedían su interpretación a pasajes de las escrituras. Tan inocente de pecado como de sintaxis, el pequeño Brinda ganó renombre en el terreno de los doctos pundits.

   Además de los numerosos discípulos que Lahiri Mahasaya tenía en Benarés, cientos de ellos llegaban de distantes lugares de la India. Él mismo viajó a Bengala en varias ocasiones, para visitar a sus suegros y sus dos hijos. Bendecida así por su presencia, Bengala se convirtió en un panal de pequeños grupos de Kriya. Especialmente en los distritos de Krishnagar y Bishnupur, muchos silenciosos devotos han mantenido hasta hoy el flujo de la invisible corriente de la meditación espiritual.

   Entre los muchos santos que recibieron Kriya de Lahiri Mahasaya, pueden mencionarse el ilustre Swami Vhaskarananda de Benarés y el gran asceta de Deogarh, Balananda Brahmachari. Durante un tiempo, Lahiri Mahasaya fue profesor particular del hijo del Maharajá Iswari Narayan Sinha Bahadur de Benarés. Reconociendo los altos logros espirituales del maestro, el maharajá, como también su hijo, solicitaron la iniciación en Kriya, tal como hizo el Maharajá Jotindra Mohan Thakur.

   Algunos discípulos de Lahiri Mahasaya con posiciones influyentes estaban deseosos de expandir el círculo de Kriya a través de la publicidad. El gurú les negó su permiso. Un chela, el físico real del Señor de Benarés, inició un esfuerzo organizado por extender el nombre del maestro como “Kashi Baba” (El Eminente Uno de Benarés)16. Una vez más el gurú lo prohibió.

   “Dejemos que la fragancia de la flor de Kriya flote de forma natural, sin ninguna exhibición”, dijo. “Sus semillas echarán raíces en el suelo de los corazones espiritualmente fértiles”.

   Aunque el maestro no adoptó el sistema moderno de predicación por medio de una organización o del papel impreso, sabía que el poder de su mensaje crecería como una inundación irresistible, anegando con su propia fuerza las riberas de la mente humana. Las vidas transformadas y purificadas de sus devotos eran una garantía de la vitalidad inmortal de Kriya.

   En 1886, veinticinco años después de su iniciación en Ranikhet, Lahiri Mahasaya se jubiló17. Al disponer del día completo, sus discípulos le buscaron en número siempre creciente. Ahora el gran gurú se sentaba en silencio la mayor parte del tiempo, inmóvil en la tranquila postura de loto. Apenas dejaba su pequeña sala, ni siquiera para dar un paseo o para visitar otras partes de la casa. Una silenciosa corriente de chelas llegaba, casi sin descanso, para un darshan (visión sagrada) del gurú.

   Para asombro de quienes le contemplaban, el estado fisiológico normal de Lahiri Mahasaya mostraba las características sobrenaturales de la falta de respiración, de sueño, de pulso y latido del corazón, los calmados ojos imperturbables durante horas y una profunda aura de paz. Ningún visitante se iba sin haber elevado su espíritu; todos sabían que habían recibido la silenciosa bendición de un auténtico hombre de Dios.

   El maestro permitió entonces a su discípulo Panchanon Bhattacharya que abriera una “Arya Mission Institution” en Calcuta. Allí el santo discípulo expandió el mensaje de Kriya Yoga y preparó algunas medicinas yóguicas a base de hierbas18 para beneficio público.

   Siguiendo una antigua costumbre, el maestro daba a la gente en general un aceite de neem19 para la curación de distintas enfermedades. Cuando el gurú pedía a un discípulo que destilara el aceite, éste podía hacerlo con facilidad. Si lo intentaba otra persona, se encontraba con extrañas dificultades, comprobando que el aceite casi se había evaporado tras pasar por el necesario proceso de destilación. Evidentemente las bendiciones del maestro eran un ingrediente imprescindible.

   Más arriba se muestra un escrito en bengalí de puño y letra de Lahiri Mahasaya y firmado por él. Las líneas pertenecen a una carta a un chela; el gran maestro interpreta un verso sánscrito del siguiente modo: “Quien ha logrado un estado de calma en el cual no parpadea, ha alcanzado Sambhabi Mudra”.

   (firmado) “Sri Shyama Charan Deva Sharman

   La Arya Mission Institution emprendió la publicación de muchos de los comentarios que el gurú hizo de las escrituras. Como Jesús y otros grandes profetas, Lahiri Mahasaya no escribió libros, pero sus penetrantes interpretaciones fueron recogidas y arregladas por diversos discípulos. Algunos de estos amanuenses voluntarios tuvieron más discernimiento que otros a la hora de transmitir la profunda visión del gurú; no obstante, en su conjunto, sus esfuerzos tuvieron éxito. Gracias a su celo, el mundo posee los comentarios sin parangón de Lahiri Mahasaya sobre veintiséis escrituras antiguas.

   Sri Ananda Mohan Lahiri, nieto del maestro, escribió un interesante folleto sobre Kriya. “El texto del Bhagavad Gita es parte de la gran epopeya el Mahabharata, que contiene varias piezas clave (vyas-kutas)”, escribió Sri Ananda. “Ignora esas piezas clave y no encontrarás otra cosa que relatos míticos de un tipo peculiar y fácilmente malentendido. Deja esas piezas clave sin explicar y habrás perdido la ciencia que Oriente ha preservado con paciencia sobrehumana tras una búsqueda de miles de años de experiencia20. Fueron los comentarios de Lahiri Mahasaya los que sacaron a la luz, despejada de alegorías, la auténtica ciencia de la religión que había sido tan ingeniosamente disimulada en el acertijo de letras e imágenes de las escrituras. Las fórmulas del culto védico no sólo demostraron ser algo más que juegos de palabras ininteligibles, sino estar llenas de significado científico…

   “Sabemos que el hombre normalmente está desarmado frente al poder insurgente de las malas pasiones, pero éstas se vuelven impotentes y el hombre no encuentra motivo para satisfacerlas, cuando, gracias al Kriya, nace en él la conciencia de una dicha superior y duradera. Entonces la renuncia, la negación de las bajas pasiones, se sincroniza con una ganancia, la confirmación de la beatitud. Sin esta circunstancia, cientos de máximas morales que se postulan como simples vetos, carecen de utilidad para nosotros.

   “Nuestro entusiasmo por las actividades terrenales mata en nosotros el sentido de respeto y reverencia espiritual. No podemos comprender la Gran Vida que existe tras todos los nombres y formas, sencillamente porque la ciencia nos pone al alcance de la mano el uso de las fuerzas de la naturaleza; este exceso de familiaridad engendra desprecio hacia los secretos fundamentales. Nuestra relación con la naturaleza es la de un negocio práctico. Coqueteamos con ella, por decirlo así, para saber hasta qué punto puede servir a nuestros objetivos; utilizamos sus energías, cuya Fuente desconocemos. En la ciencia, nuestra relación con la naturaleza es la que existe entre un hombre y su criado o, en sentido filosófico, ella es como una acusada en el estrado. Le interrogamos, le desafiamos y sopesamos minuciosamente sus pruebas a escala humana, sin poder medir sus valores ocultos. Por el contrario, cuando el ser está en comunión con un poder más elevado, la naturaleza obedece automáticamente, sin estrés ni tensión, a la voluntad humana. Este dominio sin esfuerzo sobre la naturaleza es considerado “milagroso” por los materialistas incomprensivos.

   “La vida de Lahiri Mahasaya estableció un ejemplo que cambió la errónea noción de que el yoga es una práctica misteriosa. Gracias a Kriya todo hombre puede entender su propia relación con la naturaleza y sentir reverencia espiritual por todos los fenómenos, ya sean místicos o cotidianos, a pesar de lo realista de la ciencia física21. Es comprensible que lo considerado místico hace miles de años hoy no lo sea, y lo que hoy es un misterio sea comprensible dentro de cien años. Es el Infinito, el Océano de Poder, lo que está tras toda manifestación.

   “La ley de Kriya Yoga es eterna. Es cierta como las matemáticas; como las simples reglas de la adición y la sustracción, la ley de Kriya no puede ser destruida jamás. Reducid a cenizas todos los libros de Matemáticas, la mente lógica siempre redescubrirá tales verdades; destruid todos los libros sagrados de yoga, sus leyes fundamentales saldrán a la luz siempre que aparezca un auténtico yogui que tenga interiormente devoción pura y en consecuencia conocimiento puro”.

   Así como Babaji se encuentra entre los más grandes avatares, es un Mahavatar, y Sri Yukteswar un Jnanavatar o Encarnación de la Sabiduría, así Lahiri Mahasaya puede ser llamado con justicia Yogavatar o Encarnación del Yoga. Según los principios del bien, tanto cualitativo como cuantitativo, él elevó el nivel espiritual de la sociedad. Lahiri Mahasaya figura entre los salvadores de la humanidad, tanto por su poder para elevar a sus discípulos cercanos a la estatura de Cristo, como por su amplia difusión de la verdad entre las masas.

   Su singularidad como profeta reside en el hincapié práctico que hizo sobre un método claro, Kriya, abriendo por primera vez las puertas del yoga liberador a todos los hombres. Aparte de los milagros de su propia vida, sin duda el Yogavatar alcanzó el cenit de todas las maravillas al reducir las antiguas complejidades del yoga a una simplicidad efectiva, asequible a la comprensión ordinaria.

   En relación a los milagros, Lahiri Mahasaya solía decir, “La forma en que operan las leyes desconocidas para el gran público no debería comentarse públicamente o publicarse sin discernimiento”. Si en estas páginas puede parecer que no he seguido su recomendación, es porque él me ha dado una aprobación interior. Además, al registrar las vidas de Babaji, Lahiri Mahasaya y Sri Yukteswar, he creído conveniente omitir muchas historias milagrosas verdaderas, que no podrían haberse incluido sin escribir también un extenso volumen de abstrusa Filosofía.

   ¡Nueva esperanza para nuevos hombres ! “La unión divina”, afirmaba el Yogavatar, “es posible gracias al esfuerzo personal y no depende de creencias teológicas o de la arbitraria voluntad de un Dictador Cósmico”.

   Utilizando la llave de Kriya, personas que no creen en la divinidad de ningún hombre, contemplarán finalmente la plena divinidad de su propio ser.

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1 Mateo 3:15. Volver

2 Muchos pasajes bíblicos demuestran que la ley de la reencarnación era comprendida y aceptada. Los ciclos de las reencarnaciones son una explicación más razonable de los distintos estados de evolución en que se encuentra la humanidad, que la teoría occidental general que asume que algo (la conciencia de ego) procede de nada, existe con distintos grados de vigor de treinta a noventa años y después regresa al vacío original. La naturaleza inconcebible de tal vacío es un problema para deleite del corazón de un escolástico medieval. Volver

3 Malaquías 4:5.  Volver

4 “Antes”, i.e. “antes del Señor”. Volver

5 Lucas 1:13-17. Volver

6 Mateo 17:12-13 . Volver

7 Mateo 11:13-14. Volver

8 Juan 1:21. Volver

9 II Reyes 2:9-14. Volver

10 Mateo 17:3. Volver

11 Mateo 27:46-49. Volver

12 “¡Cuántas clases de muerte existen en nuestros cuerpos! No hay en ellos más que muerte”. Martin Lutero, en “Table-Talk”. Volver

13 La principal oración de los musulmanes, que generalmente se repite cuatro o cinco veces al día. Volver

14 “Busca la verdad en la meditación, no en libros mohosos. Mira al cielo para encontrar la luna, no a una charca”. Proverbio persa. Volver

15 Como es posible hacer muchas subdivisiones de Kriya Yoga, Lahiri Mahasaya estableció sabiamente cuatro pasos que consideró que contenían lo esencial y eran del mayor valor en la práctica real. Volver

16 Otros títulos conferidos a Lahiri Mahasaya por sus discípulos, fueron Yogibar (el mayor de los yoguis), Yogiraj (el rey de los yoguis) y Munibar (el más grande de los santos), a los que yo he añadido Yogavatar (encarnación del yoga). Volver

17 En total había servido durante treinta y cinco años en un departamento del gobierno. Volver

18 En los antiguos tratados sánscritos se encuentra mucho conocimiento sobre hierbas. Las hierbas del Himalaya eran empleadas para un tratamiento de rejuvenecimiento que llamó la atención mundial en 1938, cuando fue utilizado por el Pundit Madan Mohan Malaviya, de 77 años, Vicerrector de la Universidad Hindú de Benarés. El famoso erudito recobró en 45 días su salud, fuerza, memoria y vista normal, de forma notoria; aparecieron indicios de una tercera dentadura y todas las arrugas desaparecieron. El tratamiento herbal, conocido como Kaya Kalpa, es uno de los 80 métodos de rejuvenecimiento resumidos en la ciencia médica hindú Ayurveda. El pundit Malaviya siguió el tratamiento de manos de Sri Kalpacharya Swami Beshundasji, quien afirmaba que había nacido en 1766. Poseía documentos que probaban que tenía más de 100 años; los periodistas del Associated Press comentaban que aparentaba 40.

Los antiguos tratados hindúes dividían la ciencia médica en 8 ramas: salya (cirugía), salakya (enfermedades por encima del cuello), kayachikitsa (medicina propiamente dicha), bhutavidya (enfermedades mentales), kaumara (cuidado infantil), agada (toxicología), rasayana (longevidad), vagikarana (tónicos). Los médicos védicos utilizaban instrumentos quirúrgicos delicados, empleaban la cirugía plástica, conocían métodos para contrarrestar los efectos del gas tóxico, realizaban cesáreas y operaciones cerebrales, fueron especialistas en dinamizar los medicamentos. Hipócrates, el famoso médico del siglo V a.C., debía mucha de su formación médica a las fuentes hindúes. Volver

19 El árbol margosa de la India Oriental. Su valor médico comienza a conocerse en Occidente, donde se utiliza la amarga corteza neem como tónico y se ha descubierto que el aceite de las semillas y los frutos es de gran valor en el tratamiento de la lepra y otras enfermedades. Volver

20 “Recientemente, en yacimientos arqueológicos del valle del Indo, se han encontrado diversos sellos, que pueden datarse en el tercer milenio a.C., que muestran figuras sentadas en las posturas de meditación que actualmente se utilizan en el sistema Yoga y justifican deducir que ya en aquel tiempo se conocían al menos algunos rudimentos de Yoga. Podemos sacar la conclusión, no irrazonable, de que en la India se ha practicado durante cinco mil años una introspección sistemática con ayuda de métodos precisos… La India ha desarrollado ciertas valiosas actitudes mentales religiosas y nociones éticas que son únicas, al menos por su amplia aplicación en la vida. Una de éstas es la tolerancia en cuestiones de creencia intelectual; doctrina que asombra en Occidente, donde durante muchos siglos la caza del hereje era corriente y fueron frecuentes sangrientas guerras entre las naciones sobre rivalidades sectarias”. Extractos de un artículo del profesor W. Norman Brown en el boletín del American Council of Learned Societies, Washington, D.C. Mayo, 1939. Volver

21 Aquí uno piensa en la observación de Carlyle en Sartor Resartus: “El hombre que no puede maravillarse, que no se maravilla habitualmente (y venera), sea presidente de innumerables Sociedades Reales o lleve… el paradigma de todos los laboratorios y observatorios, con sus resultados, en su cabeza, no es sino un par de lentes tras de las que no hay ojos”. Volver

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