Cincuenta Años

20 de Abril de 2017

Hoy es el cuarto aniversario del día en que Swami Kriyananda dejó su cuerpo. Ananda Worldwide celebra esta ocasión con lo que llamamos “Día de Moksha,” un día dedicado a la realización del Ser, o libertad espiritual. Comenzamos el día con una meditación de seis horas en el Moksha Mandir, donde se encuentra enclaustrado el cuerpo de Swami Kriyananda. Este es un momento del año especialmente hermoso en Ananda Village, con los amados jardines de Swami llenos de más de quince mil tulipanes y miles de visitantes. Es casi como si él pensó, “Si la gente se va a reunir para honrar este día, que esté rodeada de hermosura.”

La semana próxima también es un momento importante, para mí personalmente. El 26 de Abril es el cincuenta aniversario de mi primer encuentro con Swamiji, un evento que estableció el curso de mi vida. Ese día en 1967 era Domingo de Pascua, y yo tenía 23 años de edad. Había leído Autobiografía de un Yogui unos meses antes, y un amigo recientemente se había enterado de la dirección de Swami Kriyananda en San Francisco. Tímidamente llamamos a la puerta de su apartamento, poco después del mediodía. Luego de darnos la bienvenida, dijo “Estoy trabajando en un proyecto, ¿les gustaría ayudar?” Mientras asentía con entusiasmo, no tenía idea de que el proyecto en el que él estaba trabajando sería yo, y mi salvación y la de muchos otros.

Más tarde fuimos de picnic a almorzar a Golden Gate Park. Él cantó algunas canciones y contó historias del tiempo que estuvo con Paramhansa Yogananda. Entretejió algunas enseñanzas simples; recuerdo que nos comentó acerca de las cualidades de la fruta que estábamos comiendo—las cerezas eran para el gozo, las bananas para la humildad. Yo estaba totalmente encantado.

Me registré para su siguiente serie de seis clases sobre hatha yoga y meditación, y pronto estaba asistiendo a cada evento que podía. En un año me convertí en su asistente, y nos mudamos juntos a la Comunidad de Ananda dos años más tarde. Un año se convirtió en una década y luego en toda una vida, sirviendo juntos.

A través de los años se entretejieron—como un hilo de oro—una preciosa amistad, amor y conexión del alma. Ambos sabíamos que esta no era la primer vida que nos encontraba juntos. Yo había sido su hijo, física o espiritualmente, en otras vidas, y nuestro encuentro en esa lejana Pascua no fue por casualidad, como parece a simple vista. A lo largo de nuestro tiempo juntos, mi vida fue moldeada por él y por la increíble gracia y bendición de Paramhansa Yogananda, cuya luz fluía muy poderosamente a través de él.

Aquí están algunas de las formas en las que nuestra relación me moldeó:

Descubrí, una vez más, que el único propósito de la vida es encontrar a Dios.

La autodefinición más importante, la única que importa, es ser un discípulo.

No sólo aprendí las técnicas de meditación, sino que, más importante aún, las actitudes que llevan al éxito, entre las cuales están la profunda devoción, la regularidad, la persistencia, la auto entrega, y muchas otras.

Una vida de servicio a los demás, y de ocuparse de ellos, lleva a la gozosa libertad de las preocupaciones insignificantes.

Y finalmente, lo más importante, aprendí que la gratitud abre el corazón y el alma para que la luz de Dios pueda entrar y llevarse las sombras que se esconden en los oscuros rincones y grietas del ego.

Las palabras nunca podrán expresar lo profundo de mi agradecimiento por una vida con esta gran alma. Cincuenta años, incluso cincuenta vidas, es muy poco tiempo para compartir juntos.

En profunda gratitud,

Nayaswami Jyotish


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