18 de Septiembre 2014
Durante muchos años, el libro de Paramhansa Yogananda, Autobiografía de un Yogui, ha sido una fuente de inspiración y guía para mí. No sólo por la sabiduría, el amor y la alegría que irradian todas sus páginas, sino también porque me ha servido en varias ocasiones como un canal vivo que responde a preguntas específicas de mi vida.
Cuando no veo que curso de acción a tomar, o no tengo claridad en una situación particular, abrazo este libro, ruego al Maestro que hable conmigo, lo abro al azar tres veces, y observo qué pasaje me llama la atención en cada una de las páginas. Aunque esta práctica no ha funcionado al cien por cien, el número de veces que he recibido respuestas muy específicas a los problemas que tenía, es increíble.
La semana pasada llegamos a la India para una estancia de tres meses, y una vez más estamos disfrutando de la profundidad de la devoción y la vitalidad espiritual que impregnan este gran país. Después de un satsang en Delhi, un devoto se acercó a Jyotish y a mí, y nos entregó a cada uno de nosotros una copia del libro Autobiografía de un Yogui. Nos dijo: “Hoy compré estos dos ejemplares para dar a los amigos, pero luego sentí fuertemente que debería dárselos a vosotros con páginas específicas para que cada uno de vosotros lea.”
Dada mi práctica de encontrar guía en el libro, ¿cómo podría no aceptar esto como viniendo del Maestro? El siguiente pasaje, sugerido por nuestro amigo, me llegó al alma: “¿Puede algo pequeño o circunscrito satisfacer alguna vez la mente de la India? Debido a una tradición viva continua, y una fuente vital de rejuvenecimiento, esta tierra se ha reajustado a través de transformaciones innumerables”. Sentí que mi Gurú me estaba ayudando a sintonizarme más profundamente con su amado país. Cuando Yogananda dejó su cuerpo el 7 de marzo de 1952, fue durante un evento público [en California] en el que estaba recitando su hermoso poema “Mi India.” Las últimas palabras que pronunció en esta vida fue la estrofa final del poema:
“…. Donde Ganges, bosques, cuevas del Himalaya y los hombres respiran Dios.
Estoy santificado; mi cuerpo tocó esa tierra!”
¿Está este carácter sagrado confinado sólo a la tierra de la India? Creo que la profunda espiritualidad que hay aquí es una parte de la naturaleza del alma de cada uno de nosotros. Siempre que nos esforzamos para que nuestra consciencia se eleve en libertad, y estamos de pie reverentemente, con la cabeza agachada y el corazón abierto a Dios, también tocamos esa tierra sagrada.
Con amor en Dios y Gurú,
Nayaswami Devi